Sé feliz con alguien

Vamos a ver

La publicidad de un refresco decía: ‘haz feliz a alguien’ y la cosa consistía en darle de beber ese refresco a cualquiera que te encontraras por la calle. Evidentemente, gracias a esa publicidad lo que se garantizaba era que el más feliz de todos sería el fabricante del refresco, si conseguía vender más con ese eslogan, pero difícilmente lo serían quienes tuvieran que bebérselo, así por las buenas, porque te lo ofrecieran por la calle: a lo mejor no te gustaba nada y pasabas un mal rato.
El mejor eslogan sería: ‘sé feliz con alguien’, no tanto porque te dé un bebedizo, sino porque ese alguien te haga feliz al tenerlo cerca, al convivir con él. La mayor felicidad se alcanza intentando estar a la altura de la persona que amas y comprobando que cada día eso te exige más y más de ti mismo. Que si esa persona no existiera, tú serías más vulgar, más tonto, más aburrido, más lo de siempre, lo que siempre solo fuiste capaz de proponerte a ti mismo, sin contar con alguien que mereciera algo más de ti, y que te sacara de tus entendederas.
En cambio, ese alguien que te hace feliz, consigue de ti que alcances límites insospechados, que nunca habrías sido capaz de plantearte, ni siquiera de soñarlo. O si lo llegaste a soñar, sería como un imposible al que nunca podría alcanzar tu mediocridad. Y entonces te conformarías con que alguien por la calle te diera un bebedizo, aunque te reventara beberte ese bebedizo, pero ¿qué le voy a hacer, si no tengo otra cosa que hacer, o no se me ocurre, o nadie me hace más feliz que el beberme el bebedizo?
Por todas partes hay gente que se empeña en que creas que te hace feliz lo que a él más le conviene colocarte, y te zarandean en la red, en la calle, en la tele o incluso llamándote por teléfono, cada vez con más incitaciones a que hagas esto o lo otro, que te vendrá bien. Y si lo haces, si todo lo que te dicen que te vendrá bien, vas y lo haces, lo normal que te pase es que el hartazgo haga que ya no sepas si te viene bien, mal o regular, eso que te proponen para ser feliz. Y no para ser más feliz cada día, porque eso te llevaría a dejar muchas de las cosas que te ofrecen para dedicarle todo tu tiempo a estar a la altura, cada vez más alta, de la persona que te hace feliz. Cuando la encuentras, te das cuenta de lo poco que valen todos los bebedizos que te ofrecen, por aquí y por allá, como señuelos de la felicidad.

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