No existe Internet
(Foto de Eyeliam)
Hoy me desperté sobresaltado por una pesadilla. Soñé que no existía Internet. Lo primero que hice después de despegarme de las sábanas fue encender el ordenador y buscar el icono del «browser» para constatar que todo era un delirio. No estaba. Escudriñé desesperadamente el disco duro, pero no había rastro. No había forma de conectarse a la red.
Un sudor frío se me descolgó por el espinazo. Salí corriendo hacia la habitación donde tenía el «router», pero tampoco estaba. «Si hubiera Internet, podría buscar en Google qué hacer en caso de que desapareciera Internet», pensé. Pero era demasiado tarde. Realmente no existía Internet. Tal vez todo había sido un sueño, e Internet nunca había existido.
Se me ocurrió volver a la cama para dormirme e intentar soñar nuevamente en Internet, para ver si así lograba algo. A los cinco minutos ya estaba roncando, y a los diez soñaba que estaba delante de una computadora. La encendía y en el escritorio, en un tamaño mayor que el de los demás, un icono de navegador. Lo abrí. Funcionaba. Internet funcionaba. Solamente en mis sueños, pero funcionaba. Así, en pleno REM, tomé una decisión drástica. Nunca más despertar.