La mejor película más mala
(Foto de Striatic)
Iba por la calle y vi una fila de personas esperando para comprar su entrada en el cine. De repente, me entraron ganas de ver una película, pero una película mala, de esas que ves y te indignas de lo malas que son. De esas películas que atentan contra los derechos humanos. Hice la cola y cuando llegó mi turno le pregunté a la de la taquilla:
– Oiga, ¿Están pasando alguna película mala?
– Uy, sí señor, la de «Truenos en la torre», es nefasta.
– ¿Está segura? ¿La ha visto usted?
– Sí, la vi hace una semana y se lo puedo asegurar. Además todas las críticas la ponen a parir.
– Muy bien, entonces será dinero bien invertido. Déme una entrada para la próxima función.
– No le decepcionará señor, verá lo mala que es.
Entré en el cine y fui a comprar unas palomitas para disfrutar aún más de la nefandez de la película. Me puse en la fila siete y esperé con emoción a que empezara. Todos estaban cautivados, arrobados, aguardando impacientes el comienzo.
Empezó la película. La gente a mi alrededor estaba extasiada, disfrutando la maldad de la película. Yo jamás había visto nada peor. Cómo lo estaba disfrutando. Nadie quería levantarse ni siquiera para ir al baño. No se podía perder ni un detalle. Todo era tan malo que era digno de ver.
Al terminar, todos sin excepción nos quedamos a ver los títulos de crédito, llenos de faltas de ortografía y casi ilegibles, con una música espantosa. Qué regalo para el aficionado al mal cine. Al salir, había un señor vestido de uniforme cobrando un suplemento a cada espectador, un impuesto al mal cine que había que pagar religiosamente. Todos pagamos de buen grado, contentos, porque una película tan mala no se ve todos los días.