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Estampas de Tenochtitlán: los cuadros torcidos

(Foto de Cristiano Oliveira)

Estábamos todos departiendo animadamente en alegre tertulia cuando Rossana se quedó congelada por un instante. Dirigiendo su mirada hacia la pared, toda poblada de pequeños cuadros, dijo: «¿Ha temblado? Mira los cuadros». Y de inmediato retomó la animada conversación donde la había dejado, como si nada. Yo, que estaba de espaldas a los cuadros, giré instintivamente la cabeza y comprobé que varias de las pinturas estaban torcidas, zarandeadas por algún movimiento telúrico. Así constaté que, en Tenochtitlán, los terremotos son un vecino más.

¿Cómo combatir la distracción de las redes sociales?

(Foto de Max Estes)

Acabo de leer un interesante artículo de opinión de Steven Pinker, un profesor de Filosofía en Harvard, en The New York Times. En él habla del supuesto impacto que tienen las redes sociales y la tecnología en general en nuestras capacidades cognitivas, y rechaza la hipótesis de que nos hagan más tontos, más superficiales o que mermen nuestra capacidad de atención.

Según Pinker, «la constante llegada de paquetes de información puede generar distracciones o adicciones, sobre todo en la gente con déficit de atención. Pero las distracciones no son un fenómeno nuevo. La solución no es despotricar contra la tecnología sino desarrollar el auto-control, como hacemos con cualquier otra tentación en la vida. Cierra el correo electrónico o desconéctate de Twitter en el trabajo, esconde el Blackberry durante la cena, pide a tu mujer que llame a la cama a la hora definida».

Añade Pinker que «los nuevos medios han tenido éxito por una razón. El conocimiento crece a un ritmo exponencial; la capacidad del cerebro y las horas disponibles no… Lejos de hacernos estúpidos, estas tecnologías son las únicas cosas que nos mantienen inteligentes«.

¡Autocontrolarse! Esa es una batalla que ya librábamos los humanos antes de la era de Twitter y que seguiremos librando hasta el fin del mundo. Con redes sociales o sin ellas.

El caballo al que le miré el diente

La semana pasada, camino a Jacksonville, nos detuvimos en un área de descanso para rellenar la andorga. Lucía un sol primaveral. Nos bajamos del coche y buscamos una mesa libre en los merenderos. Divisamos una a lo lejos, junto a la cual creímos ver… un caballo pastando. Nos acercamos a una distancia en la que la vista no daba lugar a dudas. Efectivamente era un caballo. Un lustroso corcel que pacía alegremente en el césped. Me llamó la atención la tranquilidad y parsimonia con que desmenuzaba las briznas entre sus dientes, ajeno a mi presencia. Y viéndolo con semejante desenvoltura, almorzando como un humano más, pensaba que en esta sociedad, tan plural y singular a la vez, puede llegar a ser borrosa la línea que separa al hombre del animal.

¿Somos cada vez más animales, o los animales son cada vez más humanos?

Cómo quisiera poder vivir sin iPad

(Foto de Josh Liba)

Han pasado ya más de tres días desde que se puso a la venta el objeto más deseado del planeta y todavía no lo tengo. Apenas 24 horas después del lanzamiento del iPad hice saber al mundo, a través de Facebook, sobre mi particular calvario: «Primer día completo sin el iPad», fue mi escueto y agónico mensaje. De inmediato recibí una avalancha de muestras de afecto y simpatía de amigos que se solidarizaban conmigo por semejante alarde de sacrificio y abnegación. Qué angustia. Pero para eso están los amigos, incluso los de Facebook.

A día de hoy, sigo teniendo pesadillas por no poder magrear los lomos plateados de esa tableta mágica y sobar con las yemas de los dedos su lustrosa pantalla. Me consume  la envidia solo de pensar en los que hicieron dos días de fila, a la intemperie, bajo el frío nocturno de Manhattan, viendo pasar las horas, aburridos, sentados en sillas de playa, para luego salir victoriosos de la Apple Store con un iPad entre las manos, jaleados por un ejército de vendedores vestidos de azul, y deslumbrados por los flashes de cientos de periodistas y curiosos.

Yo sin embargo, soy uno de los 6.809.000.000 desgraciados que, casi con toda seguridad, no se comprarán el iPad éste año. Un hecho lacerante, teniendo en cuenta lo revoucionario que va a ser el aparato. Siento congoja de no poder participar de un momento tan clave para la historia. Habrá un antes y un después (por cierto, nunca he entendido esa frase. Siempre hay un antes y un después de cualquier cosa) Siento que se me escapa de las manos una oportunidad única de ser alguien en la vida. No sé si se vuelva a presentar otra ocasión de este vuelo.

Por ahora me conformo con atesorar y rememorar una y otra vez el momento en que pisé la Apple Store el sábado y, tras sortear un enjambre de iPadictos, tuve el privilegio de paladear por un instante las mieles del iPad. Mientras escribo esto no me puedo quitar de la cabeza el zumbido de esta canción de Maná:

Cómo quisiera poder vivir sin iPad
Como quisiera poder vivir sin Apple
Me encantaría quererte un poco menos
Como quisiera poder vivir sin ti.

Lo mejor que he leído sobre el iPad

Es sábado de madrugada. Hoy sale a la venta el iPad. Ya me iba a la cama cuando reparé en el Time de esta semana, que llegó hoy en el correo. Estaba semi-tapado, sobre la mesa de la cocina. Acierto a atisbar el rostro de Steve Jobs en la portada. Me atrae como un imán. Cómo no, el tema es el iPad.

Me engancho con el artículo de Stephen Fry al respecto. Lo devoro. Me quedo con un dato curioso: Fry y Douglas Adams, el autor de «La guía del autoestopista galáctico«, fueron las dos primeras personas en Gran Bretaña en tener un Mac en 1984, y se juntaban para pasarse programas y diseñar iconos. El final del artículo me conmueve. Es, quizás, lo mejor que he leído hasta la fecha sobre el iPad. Lo transcribo traducido:

«Es posible que la gente no caiga sobre el iPad como yo, como un león sobre un antílope. Quizás les parezcan demasiado caros las aplicaciones y los iBooks. Tal vez esperarán a próximos modelos con más prestaciones. Pero para mí, mi iPad es como un fusil para un defensor de las armas: la única forma de quitármelo es arrancándolo de mis manos frías, muertas. Me viene a la cabeza una nota melancólica mientras mis dedos se deslizan sobre la superficie de este objeto asombroso: Douglas Adams no vive para ver lo más parecido a su Guía del Autoestopista que jamás haya hecho un ser humano».

Versos siniestros

http://www.flickr.com/photos/hormigon/ / CC BY-NC 2.0

Las letras de Siniestro Total son ricas en metáforas, juegos de palabras absurdos, aliteraciones gloriosas, sinestresias, metonimias y todas las figuras de dicción que se os ocurran. Estos son mis versos favoritos. ¿Cuáles son los tuyos? Agrégalos en la parte de comentarios:

– Nosotros somos seres racionales, de los que toman las raciones en los bares. (Somos Siniestro Total)

– Que cuando el grajo vuela tan bajo y hace un frío del carajo hay que tomar sopas de ajo. (Somos Siniestro Total)

– Lo que más nos divierte es dar patadas en el culo (Cuenca minera)

-Ni siquiera la estricnina nos divierte en esta mina, pero qué bien sienta en los pulmones el grisú a borbotones (Cuenca minera)

– Pero yendo de safari, se ligó a un Rastafari (Assumpta)

– Cuando naciste tu padre fue un cabrón, por no haberte hecho la circuncisión (Opera tu fimosis)

– Era el pegamento y las colas industriales, sus otras pasiones, sus efectos personales (Todo por la napia)

– Si eres honoris causa, si tienes la menopausia, si estás afligido, pues tu pito se ha caído (No somos de Monforte)

– Sonríe cuando te vayas a fosilizar, que no piensen luego que lo has pasado mal (Pueblos del mundo, extinguíos)

– Calimocho whisky birra pipermin, soy un cóctel que anda y sólo se tiene de pie (Vamos muy bien)

-Soy un hombre objeto y eres mi chica boomerang, te tiro a la basura y siempre vuelves para atrás (Ay Dolores)

– No no no quiero hablar de arte, ni de otros temas importantes, no me preocupa la cultura, tampoco la literatura (Quiero bailar rock and roll)

– Camino de la cama, es el mejor camino, sólo estar durmiendo es mejor que estar dormido (Camino de la cama)

– He agotado un servilletero, he tirado todo un palillero y en el servicio de caballero he masacrado a un camarero (Diga qué le debo)

– Donde se quejan los pinos y se escuchán alalás, donde la lluvia es arte y Dios se echó a descansar (Miña Terra galega)

– Más vale ser punkie, que maricón de playa (idem)

-Me he apuntado de astronauta, y a ver si así suena la flauta, hemos llegado a la luna, poco antes de la una (Me pica un huevo)

– Morgan no era tu amigo, Drake no era tu novio, así que Martin Codax en la boda hará las fotos (La Balada de Cachamuiña y María Pita)

– Los pajaritos cantan, las nubes se levantan, las flores en el campo, dos monjas traficando (Tan Hermoso)

– Tú me miras sin sonreír, yo sonrío sin mirar (Como me ves te verás)

El verdadero origen de la esvástica

(Foto de 4T9R)

Ultimamente he leído muchas leyendas sobre el origen de la esvástica. Que si viene del sánscrito, que si la usaban en el budismo y el hinduismo, que si en el jainismo y en el cristianismo… en fin, teorías para todos los gustos.

Sin embargo, mi leyenda favorita es la que sitúa el origen de la esvástica hace algunos siglos en un pueblo de la Ribera de Navarra, y lo atribuye a un profesor de religión.

Cuenta la historia que el maestro encargó a sus alumnos que dibujaron una cruz. Todos los estudiantes hicieron cruces más o menos proporcionadas y ortodoxas a excepción de uno, que la dibujó toda tosca y torcida. Cuando la vio el profesor, se quedó mirando fijamente al alumno, que, avergonzado, preguntó al maestro:

– ¿Qué le parece mi cruz?

A lo que le contestó.

– Pues es «bastica».

Ponerse verde

(Foto de Ilja)

A nadie le gusta que le pongan verde. Pero hoy miércoles es, quizás, el único día del año en el que la gente se pone verde a sí misma… Y también, por qué no, un poco morada.

Tapitas mexicanas

Lone Coffee Cup - PW6

Me junté con otro amigo español en una cafetería de la Ciudad de México.

– ¿Qué les sirvo?, nos preguntó la dependienta.

– ¡Un cappuccino!, respondimos al unísono.

Mientras esperábamos a que nos los preparara, mi amigo, a quien llamaré R., me contó una anécdota que ilustra cómo un periódico puede manipular la realidad simplemente modificando los colores de una foto. Me decía que, durante el Mundial de 1998, cierto director de diario deportivo español bajaba a los talleres de fotocomposición para pedir que le aumentaran el magenta a las fotos de Javier Clemente, y que así pareciera aún más cabreado.

– Aquí tienen sus cafés.

Enseguida empezamos a sorber de los vasos de papel. El café humeaba.

– ¿Quieren unas tapitas?, inquirió la dependienta.

Nos miramos sorprendidos. Nunca imaginamos que en una cafetería de México nos ofrecerían tapas.

– Pues claro, respondimos. ¿Qué tapitas tienen?¿jamón?¿tortilla de patata?

La dependienta nos miró algo desorientada, confundida, y, girándose, nos entregó dos tapas.

– Aquí las tienen, para que no se les caiga el café.

Papeleras ecológicas

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Estoy considerando patentar este diseño de papelera ecológica que concebí durante un paseo dominical. Se integra muy bien al entorno natural, está hecha de material orgánico y además puede fabricarse en distintos tamaños; sólo es cuestión de decidir entre talar un álamo, una encina o una sequoia, según las necesidades de almacenamiento.