Archivo | junio, 2009

La vaca que se convirtió en baca

Una de las primeras lecciones de ortografía que aprendí en el colegio fue la diferencia entre «vaca» y «baca». La profesora repetía machaconamente que «vaca» con «uve» era el animal y que «baca» con «be» era lo que se ponía encima de los coches. Pero después de ver esto, ya no estoy tan seguro de entender la diferencia.

Cemento en el cementerio

Ahora que Ander anda hablando de muertos, funerales y batidos de coco, me fijo en que están remodelando el cementerio cerca de mi casa. Es un camposanto al borde de la vida, con vistas a la ciudad, asentado sobre una colina de hierba muy bien cortada y siempre fresca. Las tumbas, todas en el suelo, están adornadas con flores amarillas. ¡Qué estampa tan bucólica!, pienso cuando paso por delante.

Pero veo que las obras están paradas desde hace días. Diría que muertas. Empezaron a colocar un paredón con el nombre del cementerio en mármol pero se debieron quedar sin presupuesto y no lo han completado. Sólo pone «Mount (cemento) Memorial Gardens». Supongo que poner la palabra «Harmony» era un gasto excesivo y que los muertos no lo iban a apreciar.

También veo que en lugar de recubrir con yeso las paredes nuevas de cemento, las han dejado así, desnudas. Se han limitado a pintarle adornos cubistas con un spray negro. ¡Cómo se aprovechan de los muertos! Como no se pueden quejar… Pero los finados también tienen su corazoncito y su sentido de la estética, y no les gustan estas chapuzas. Quizás no lo expresen con mucha vehemencia, pero yo sé que se ofenden con estas cosas. Por eso voy a hablar con el capataz de las obras para decirle que se estire un poquito y termine el paredón, y así todos los inquilinos vuelvan a recuperar la paz que les quitó ese muro de cemento inconcluso y marchito.

Me tocó conocer a Valderrama

Hay figuras que han destacado en su disciplina pero han pasado a la historia por otros motivos. Quizás sea ése el caso del «Pibe» Valderrama, el futbolista colombiano con mejor toque de balón, pero al que en España se le recordará por otro tipo de toque.

El sábado tuve oportunidad de conocerlo en persona. Me saqué una foto con él y se la envié por e-mail a J. y a M. En mi mensaje, les decía:

«Me tocó trabajar este sábado… pero tuvo su compensación».

M. me respondió:

«jajaja, que guay! y no le tocaste los huevos?»

Y J., más sutil, también me contestó en esa línea:

«Te tocó trabajar, tocaste a Valderrama».

¿Hay alguna duda sobre por qué se le recuerda al «Pibe»?

Alimentos repulsivos ¿y eso se come?

(Foto de Emrank)

Leo a través de Digg un artículo sobre los alimentos más desagradables del mundo. Encabezando la lista están los escamoles mexicanos, huevos de Liometopum Apiculatum, más conocida como hormiga roja. Me he reído al leerlo y he recordado la primera vez que comí escamoles.

Fue en la Ciudad de México. Había quedado con Edwin en una cantina muy cerca del Angel de la Independencia. No nos veíamos desde hacía tiempo. Fue un reencuentro divertido, como todos los reencuentros con Edwin. Creo que me llevó a aquel lugar porque quería expresamente que comiera los escamoles y ver mi cara de desagrado al ingerirlos. Cuando los sirvieron en la mesa, los engullí con fruición, para sorpresa de Edwin.

Le conté que ya había tenido mi bautismo de fuego con ese tipo de comidas. El verano anterior había cenado con Diego y la familia de Maider en las fiestas de Leitza. Entonces sus padres me dieron a probar algo que, según ellos, era un manjar de dioses: un queso con gusanos. A mí se me revolvió el estómago nada más verlo. No era broma. Era realmente un queso plagado de gusanos que bullían a su libre albedrío sobre la superficie caseinosa del queso. El tufo que emanaba era nauseabundo. Pero todos me aseguraban que era una exquisitez, que eran muy difíciles de conseguir y que muy pocos quesos se «estropeaban» de esa forma tan deleitosa.

No podía despreciar aquella fineza. Contuve la respiración y me llevé un pedazo a la boca, mientras los gusanos me miraban fijamente a los ojos en su camino inexorable hacia mi estómago. Es quizás el mejor queso que haya probado en mi vida. El resto de aquella cena ya fue cuesta abajo, y las ancas de rana me las zampé sin ningún recato, a pesar de que era la primera vez que las probaba.

Desde entonces, no he vuelto a comer aquel queso con gusanos, pero sí escamoles, y chapulines (saltamontes) fritos con limón y chile, y gusanos de maguey. Ya nada me da asco. Así que voy a por el resto de la lista. Curiosamente el segundo alimento repugnante es el Casu Marzu, el queso con gusanos de Cerdeña, así que creo que podré pasar directamente al tercero.

Con amigos como los de Facebook…

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(Foto de Cell105)

El sábado estuve en casa de Paolo. Me contó que se acababa de meter en Facebook. IPhone en mano, me enseñó las fotos que había subido y nos hicimos «amigos virtuales». Celebramos con un brindis nuestra renovada amistad.

Antes de irme, recuperé mis llaves y mi billetera, que había dejado sobre la encimera de la cocina. Instantes después, y en un acto mecánico de despiste supino, cogí la otra cartera que estaba sobre la encimera, muy similar a la mía, con la diferencia de que ésta era de Paolo. Nos despedimos.

– Ci vediamo dopo!

Una hora después, al ir a pagar en una tienda, palpé mis bolsillos y caí en la cuenta de que había una cartera en cada uno. Las abrí. Una era de Paolo. La otra era mía. Volví a casa de Paolo para devolvérsela.

– Paolo, disculpa, me llevé tu cartera…

– ¿Cómo es esto? Te haces mi amigo en Facebook… y luego me robas la cartera.

El periodismo del futuro… ¿y un futuro deprimente?

(Ilustración de Tom Manning, para IDEO; Fotografía de Nicolas Zurcher)

«Las redacciones del futuro se parecen a las cafeterías de hoy».

Al menos así lo vislumbran los creativos de la consultora IDEO, después de reunirse día y noche durante tres semanas para conceptualizar su alternativa a los modelos periodísticos tradicionales (¿Quizás una sobredosis de cafeína?). El resultado es una simulación futurista sobre la experiencia de recibir noticias.

Estos son los pilares de su visión:

«La manera en que definimos y experimentamos las noticias puede, y debería, cambiar a mejor si nos basamos en lo que la gente realmente necesita y quiere«.

«La información se ha hecho cada vez más personalizada e hiperlocal y, paradójicamente, más comunitaria, participativa y global. El periodismo se parece más a una conversación. La gente habla con una voz particular, se siente propietaria de su contenido y desarrolla una credibilidad que a su vez posibilita comunidades fuertes en las que florecen las noticias. Todo aquello que importa a una persona en un momento y lugar determinado se convierte en noticioso«.

«Las noticias se apoyan en una red de contribuciones de consumidores, empresas, entidades sin ánimo de lucro, socios de distribución y otras entidades. En lugar de evitar el riesgo y los posibles fracasos, las marcas (al menos las que resisten) pasan de un modelo centralizado de distribución controlado desde arriba a ser incubadoras de experimentos periodísticos«.

Me he ilusionado con esta propuesta. La he empezado a vislumbrar. «Hay un futuro apasionante por delante», pienso.

Pero luego vuelvo a la cruda realidad al leer el discurso de la periodista y escritora Barbara Ehrenreich en la ceremonia de graduación de la Facultad de Periodismo de la Universidad de California en Berkeley.

El decano le pidió expresamente que fuera optimista, que alentara a los futuros periodistas en un momento de crisis en la profesión. Querían un mensaje positivo e ilusionante para los recién graduados. Pero lo que dijo fueron cosas como éstas:

«Vais a intentar haceros camino en la peor crisis económica desde la Gran Depresión. Además, lo vais a hacer en una industria moribunda, o al menos en una industria que atraviesa una ‘reestructuración’, como dice el eufemismo, tan profunda que no la va a reconocer una tradicional como yo. Tenéis muchos talentos y habilidades… lo que no está claro es quién quiere pagar por ellos«.

«No os vais a hacer ricos, a menos que tengáis un trabajo paralelo como chantajistas o ladrones de bancos. Viviréis algunos de los problemas sobre los que informáis».

«No somos parte de una elite… Somos parte de la clase trabajadora… Podrán pagarnos mal, nos podrán engañar y despedir arbitrariamente como a cualquier trabajador automotriz, mecánico o sobrecargo… Pero hay una diferencia: un trabajador automotriz despedido no se mete en su garage y monta coches a mano. Pero nosotros, los periodistas, no podemos dejar de hacer lo que hacemos. Mientras haya una historia que contar, una injusticia que poner al descubierto, un misterio que resolver, encontraremos la forma de hacerlo… La recesión no nos detendrá. Una industria moribunda no nos detendrá. Incluso la pobreza tampoco nos detendrá porque todos estamos aquí en una misión«.

Menos mal que le pidieron que fuera optimista.

Al final, me planteo: ¿cómo se concilia un futuro tan oscuro con las ideas tan iluminadoras de IDEO?

El truco del dentista

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Catita llevaba varios días hablando del dentista. Hoy me tocó llevarla. Esta mañana fue que ella misma quien me recordó la cita con un alto grado de excitación, algo que me dejó estupefacto.

Mis recuerdos de infancia del dentista son borrosos cuando menos; terroríficos si fisgo un poco más en la memoria. ¿Por qué Catita estaba tan contenta de ir al dentista? Elucubraba yo sobre esto en el camino hacia la consulta, a la que, por cierto, era la primera vez que iba. En el último cruce antes de llegar, Catita gritó:

– Papi, ahí está. Es ese edificio de ventanas verdes. Vamos. ¿Sabes cómo llegar?

Yo seguía sin entender tanta emoción.

Aparcamos el coche, entramos en el edificio y avanzamos por el laberinto de pasillos hasta llegar a la consulta. Después de registrarla, esperamos un rato, hasta que la llamaron y se la llevaron. Media hora después se asomó la dentista para avisarme.

– Ya hemos terminado. Puede venir.

Cuando entré en la sala, Catita estaba todavía tumbada en la silla, mirando fijamente hacia el techo. Me sorprendió su docilidad. Entonces levanté la mirada hacia el techo y entendí por qué Catita iba tan contenta al dentista.

El teléfono estropeado funciona en Internet

(Foto de Jragon)

El famoso teléfono estropeado da el salto a Internet. ¿O quizás no, y Leandro está intentando suplantar a Allendegui? Copio de este blog:

‘Twittervistas’, nueva forma de entrevistar

Público descubre la novedosa forma de entrevistar de Pérez Miguel. El periodista, más conocido como Allendegui, entrevista a personajes interesantes del cibermundillo y para ello utiliza la web social o herramientas propias del microblogging. Despúes muestra sus charlas en su blog, Gente de Internet. Prefiere llamarlas ‘twittervistas’.

La violencia de ETA ¿es culpa de las cabras?

(Foto de Tansan)

Ya terminé de leer Outliers, el libro de Malcolm Gladwell. Si hace unos días escribía sobre la «regla de las 10.000 horas», hoy reproduzco otro párrafo que me llamó la atención porque podría explicar cuál es el germen primitivo de la violencia de ETA.

«Las culturas de honor tienden a asentarse en zonas montañosas y otras áreas marginalmente fértiles, como Sicilia o el País Vasco en España. Cuando se vive en terreno rocoso junto a la montaña, no se puede cultivar la tierra. Probablemente se crían cabras u ovejas, y el tipo de cultura que se desarrolla en torno al pastoreo es muy distinta de la que se genera en torno a la agricultura. La supervivencia del agricultor depende de la cooperación de otros en la comunidad, pero el pastor depende de sí mismo. Además, los agricultores no tienen que preocuparse por que les roben su medio de subsistencia durante la noche, porque es difícil robar cosechas, a menos que el ladrón se ponga a cosechar él mismo un campo entero. Pero un pastor tiene que preocuparse. Está bajo constante amenaza de ruina si pierde sus animales. Tiene que ser agresivo: tiene que dejar claro, a través de sus palabras y sus obras, que no es débil. Tiene que estar dispuesto a luchar ante el más mínimo desafío a su reputación, y eso es lo que significa una cultura de honor».

Me voy a dormir ya, a contar ovejas.