Temor al termómetro
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Antes de comprar un coche, siempre me cercioro de que no tenga termómetro. Un coche sin termómetro da libertad. Aunque haga un frío mortal, al no tener termómetro no sabes qué temperatura hace y puedes hacerte el loco pensando que, en el fondo, sólo está un poco fresquito. Es más, ni siquiera enciendes la calefacción del coche. A lo sumo piensas, «¿hará frío de verdad?», pero al final tú solo te contestas: «Serán imaginaciones mías».
En cambio, si tienes termómetro, enseguida te enteras que estás a 10 bajo cero. La cosa cambia. No te queda otra que encender la calefacción al máximo. Empiezas a tiritar, los huesos se entumecen y se congestiona la nariz. Las manos se agarrotan y apenas pueden coger el volante. Maldices el termómetro. No te puedes hacer el sueco porque delante de tus narices hay un indicador enorme que dice -10C con el icono parpadeante de un copo de nieve. Es entonces cuando tomas una decisión drástica. Sales corriendo del coche. ¡Ya no tienes frío!
A mí me pasa lo mismo con el indicador de gasolina. Me pone nervioso que baje la aguja, así que lo tapo. Cuando el coche se para, pienso que por algo se habrá parado en ese exacto lugar. Así que salgo a dar una vuelta, a ver qué hay en los alrededores.
Totalmente de acuerdo Ander. Por eso siempre trato de quedarme sin gasolina en lugares que merecen la pena, como una catedral gotica, un glaciar o una buena sidreria.
Bah, deberían derruir todas las catedrales:
http://es.youtube.com/watch?v=_H3BLv8Ieh0
Si las derruyen entonces no me puedo quedar sin gasolina.