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Pandeadas y pedaladas

Dos edificios pandeados en la Calle San Miguel de Pamplona.

Los días en Pamplona pasaron fugazmente pero estuvieron llenos de emotivos reencuentros, como el que tuve con Nerea y Ander. A Nerea no la veía desde hacía más de diez años. A Ander (excluyendo los breves momentos de Huesca), desde hacía más de 30.

Quedamos en el García, un bar tradicional del Casco Antiguo de Pamplona. Antes de entrar, Ander me explicó que ahora los dueños son chinos, y aunque mantienen el menú de siempre (bocadillos gigantescos de productos de la tierra), osaron reemplazar un póster gigante del mítico pelotari Julián Retegi por un calendario chino. Un sacrilegio.

Después de ponernos al día (aunque ya era de noche), paseamos un rato por las calles de la parte vieja. En el cruce entre San Antón y San Miguel, Ander se detuvo entre las dos paredes que limitaban el callejón y me dijo:

– ¿Te has fijado que estas dos paredes están torcidas, que se van acercando? Están pandeadas. Esa palabra me la explicó un arquitecto justo en este sitio.

A mí también, justo en ese sitio, un periodista me explicó lo que signifca «pandear«. Muchas gracias, Pander.

Por cierto, aprovecho para recomendar encarecidamente (ahora que hay crisis todo se encarece) uno de los libros de Ander: «Plomo en los Bolsillos«. Tuve la suerte de que me lo regalara en Huesca y me lo leí literalmente de una sentada… sentado en el avión de vuelta a Atlanta.

Mi breve reseña llega quizás fuera de control (el libro se publicó en 2005), pero más vale tarde que nunca porque el libro no sólo deleita a los amantes del ciclismo sino a todo aquel que disfruta la buena lectura. Todo está tan bien contado que leerlo es como ver las mejores etapas del Tour de Francia. El libro rueda bien en todos los terrenos. Tiene momentos dramáticos, como el magistral relato de las últimas 40 pedaladas de Tom Simpson; episodios emotivos, como el duelo entre Fausto Coppi y Gino Bartali en el Izoard; historias que dejan con un nudo en la garganta, como los paseos de Bartali por la Toscana ayudando a salvar vidas de judíos; y por supuesto humor de categoría especial.

Además es un libro paradójico. Primero porque aunque el título habla de plomo, de plomo no tiene nada; y segundo porque mientras que todos los ciclistas quieren llegar a la meta lo antes posible, cuando uno lee «Plomo en los Bolsillos» no quiere que se termine nunca.

PD: Si después de esta reseña no os aguantáis las ganas de demarrar y leer aunque sea unos fragmentos del libro, Ander publicó algunos en Internet, como «Ojalá nunca hubiera ganado el Tour» u «Ocaña contra Merckx, contra los Alpes, contra Ocaña«.