Foto de Adam Cohn
He llegado al convencimiento de que existe un grupo siniestro disperso por el mundo que se dedica a inventarse redes sociales. Su objetivo es claro: enredarnos a todos para que no hagamos otra cosa de provecho en nuestra vida, para que no nos quede ni un minuto de tiempo para pensar, para reflexionar, para disfrutar la belleza y contemplar el mundo, para bebernos unas cañas con los amigos…
Esta banda perniciosa opera de la siguiente manera: envía pseudosociólogos a bares, restaurantes, cines, bulevares, plazas, iglesias… a todo lugar donde la gente se reúne y convive, como ha hecho desde tiempos inmemoriales. Contabilizan el número de personas allí congregadas y lo envían a un centro de procesamiento, donde, mediante complejos algoritmos, un grupo de personas se reúne durante horas, tomando cerveza, departiendo amigablemente, tocando la guitarra, hasta determinar que semejantes concentraciones de individuos son intolerables y que es necesario crear una nueva red social en Internet para evitar el desagradable trato humano.
Al año siguiente realizan el mismo operativo y llegan a la misma conclusión: hay que inventarse otra red social. Y así, sucesivamente… Y no piensan detenerse hasta que que toda la población mundial aproveche los 86.400 segundos de su día interactuando unos con otros mediante ordenadores, teléfonos móviles, tabletas, televisores… aunque para ello tengan que inventarse una red social diaria.