Este año no he podido seguir muy de cerca el Tour de Francia. He visto pocas etapas, aunque las que he visto, han valido la pena. Y tampoco he leído mucho al respecto, pero lo poco que leído ha sido muy deleitoso, a través de los posts de Ander.
Hoy me instalé en el sillón para ver la última etapa que podía desbarajustar la clasificación general. Final en Mount Ventoux, la montaña pelada. Un puerto mitológico. Escenario perfecto para el último gran drama del Tour. Contador, el titán de toda la carrera, estuvo donde tenía que estar. No hubo sorpresas. La carne se ponía de gallina al verlo pedalear con esa soltura trepando como ardilla rampas que desriñonan, rodeado por miles de aficionados jaleando a los ciclistas con una intensidad que nunca había visto en esa cumbre. El contraste de una montaña sin árboles con gente enarbolando banderas.
El que sí me sorprendió fue Lance Armstrong, que resucitó de sus cenizas después de cuatro años retirado y con casi 38 tacos a la espalda, y que, salvo tragedia, se subirá al podio de París. Me pregunto qué habría pasado si no se hubiera fracturado la clavícula en la Vuelta a Castilla y León en marzo. El año que viene volverá a competir, en un equipo nuevo, y con nuevas aspiraciones. ¿Podrá ganar el Tour 2010? Parecería misión imposible a su edad, pero esas proezas sólo están al alcance de astronautas como Armstrong… yo, por si acaso, no me juego más que una palmera de chocolate.
Pero bueno, todo esto no es de lo que quería escribir en este post, sino del flashback que tuve al ver al grupo de corredores escapados antes de la ascensión al Ventoux. La cámara de una de las motos se enfocaba en los fugados. Uno a uno iban cruzando por la lente hasta que reparé en uno de ellos, el 198…¡con el maillot del Skil!*
Por un momento, me pareció que la pantalla se emborronaba y el holandés Albert Timmer se transformaba en Eric Caritoux, pedaleando en la Vuelta a España de 1984, corriendo con el Skil-Reydel. Recuerdo mi frustración aquel año, cuando un francés con cara estirada le ganaba la Vuelta a Alberto Fernández por seis segundos insuperables (entonces Marino Lejarreta corría en el Alfa Lum, Giusseppe Saroni en el Del Tongo, el equipo de las trampas, Dietzen en el Teka y Moser y de Vlaemicnk en mi querida Gis-Tuc, entre otros).
Un año después, otro histórico, Sean Kelly, también con los colores del Skil, ganaba el verde de la regularidad en el Tour. Luego, Skil, una empresa de herramientas eléctricas, desapareció del pelotón… hasta que hoy lo vi reaparecer, quince años después, en las esquilmadas lomas del Mount Ventoux.
*Como queda demostrado no he seguido muy de cerca el Tour que ahora me doy cuenta de la existencia de la reencarnación del Skil.