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¿A dónde van los helados cuando se mueren?

Vía OddityCentral

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Una de las empresas de alimentación más creativas que conozco es Ben&Jerry’s, una fabricante de helados fundada en Vermont, Estados Unidos, en 1978. Sus gurús heladeros sacan nuevos sabores todos los años (incluso tú mismo puedes sugerirlos), muchas veces en respuesta a fenómenos sociales, lo que los convierte practicamente en «editoriales comestibles».

Por ejemplo, en 2007 lanzaron el AmeriCone Dream, un helado de vainilla con trozos de barquillo, chocolate y caramelo inspirado en el comediante Stephen Colbert. Los ingresos por ventas, Colbert los destina a su fundación para los más desfavorecidos. O su icónico Cherry García, un helado de cereza con trozos de fruta y chocolate en homenaje al famoso guitarrista Jerry Garcia.

Pero con la misma creatividad con que Ben&Jerry’s concibe sus helados y los comercializa, también los deja de producir cuando no logran atraer el paladar de sus devotos seguidores. Y entonces, les da cristiana sepultura en un cementerio creado con ese fin. En este camposanto del helado yacen 200 sabores que fracasaron. Aunque la muerte en Ben&Jerry’s no es irremediable, y alguno de estos sabores podrían resucitar si suficiente gente los reclama en el sitio de la empresa en Internet.

(Vía OddityCentral)

La dignidad y el helado

FOTO DE DIAPER
FOTO DE DIAPER

Me llegó la propaganda de una heladería que decía: Helado de cucaracha gratis al que venga en pijama el dia 8. Me asusté. Releí: Helado de cucurucho gratis al que venga en pijama el día 8. Ah, eso sí. Lo anoté en mi calendario y esperé a que llegara el día.

Por fin llegó (se retrasó por una huelga de controladores aéreos). Cogí un camisón y me fui corriendo a la heladería para pillar sitio. Cuando llegué, el lugar estaba lleno de gente, pero ninguno con pijama. Yo era el único que había vendido mi dignidad por cuatro dólares. Avergonzado, me puse en la cola. Las miradas se me clavaban de cuello para abajo.

– La gente me mira raro, pensé. Peró qué importa, un helado gratis bien vale este ridículo.

Seguí esperando mientras la cola avanzaba, blanco de todas las mofas hasta que llegué a la ventanilla. Pedí mi helado de limón y, como prometía la propaganda, me lo dieron gratis. Al que tenía detrás, que me había estado chinchando todo el rato, le cambió el semblante y se salió de la cola conmigo.

– Oye, me puedes alquilar tu camisón.

– ¿Y qué me das a cambio?

– Te lo alquilo por dos dólares, así a mí me sale a mitad de precio y tú ganas dos dólares.

Accedí al negocio. Compró su helado con mi camisón y luego me lo devolvió (el camisón, claro, no el helado). Entonces, una turba se me acercó. Todos querían alquilarme el pijama, así que hice una subasta. Empezaron las pujas.

– ¡Un dólar!

– ¡Subo a dos!

– ¡Yo aumento a tres!

– ¡Cinco, dólares, cinco!

– ¡Subo a 15!

La subasta se empezó a animar hasta que un hombre de aspecto elegante ofreció mil dólares y todos los demás enmudecieron.

– ¡Adjudicado, al caballero de la esquina!, grité. Una ganga señor, verá qué bien duerme.

Le di mi camisón y me fui.

Helados y consulados

Foto de Striker Photo
FOTO DE STRIKER PHOTO

Estamos hablando C. y yo de que S. tiene que ir al consulado a renovar su visado. Catita está a lo suyo y no parece prestar mucha atención a lo que conversamos.

C.: Siempre que S. tiene que ir al consulado de Estados Unidos se pone muy nervioso.

Catita: ¿Por qué S. se pone nervioso con su helado?

C.:

Ahora Catita nos pregunta todos los días cuál es el problema de S. con los helados.