Estampas de Tenochtitlán: Chicle y pega
Salí de «Los Danzantes«, en el barrio de Coyoacán, con prisas porque estaba lloviendo y llegaba tarde a una cita. Después de zampar un copioso almuerzo, estoqueado con un churro relleno de rompope, que se deslizó con dificultad esófago abajo, apuré la carrera sobre la acera deslizante.
A punto estuve de irme de bruces contra el árbol de la foto, un tronco tapizado de chicles mascados al que pude haberme quedado adherido, indefenso como una mosca. Ante semejante imagen, entendí como nunca la expresión mexicana «chicle y pega», que significa que, si hay suerte, podrá lograrse aquello que se quiere. En este caso, el chicle, por suerte, no pegó.