La increíble jarra de sangría menguante
Nos juntamos en un bar de tapas para celebrar la graduación de Andrés. Para estar a la altura de las circunstancias pedimos una jarra de sangría de alta graduación. Con ese combustible pudimos hablar durante horas sin que se resecaran las gargantas. Hablamos de todo: del MBA de Andrés, de sushi, del Barcelona y la Liga, del nuevo trabajo y la expansión familiar de Carlos, del desmaquillante de Vic, del futuro de Fernando Alonso…
También me contaron cuáles eran sus posts favoritos de Allendegui. Nunca lo hubiera imaginado: La caja sin fondo, La llamada y Despiste Jurásico. Eric aprovechó para ser muy franco y me preguntó qué tipo de hierba era la que más me inspiraba. Carlos quería saber dónde conseguir un orégano tan fresco. Mientras debatíamos estas fuentes de inspiración, el ambiente se empezó a inundar con música de Bob Marley. En realidad, no consumo nada de eso. Suscribo la frase de Thomas Alva Edison, de que el «genio es un uno por ciento inspiración y un 99 por ciento transpiración», por eso siempre escribo dentro de la sauna.
Mientras hablábamos, la jarra de sangría, que siempre empezaba llena, se iba vaciando inexplicablemente. Cada vez más rápido. Y cuanto más se vaciaba, menos entendíamos por qué. Creo que nos estafaron, que nunca nos sirvieron sangría y que nunca celebramos la graduación de Andrés. Y ni sé por qué escribí esto ahora.
Nota: Ah, por fin lo encontré, aquí estaba… el orégano