El cosaco aguado
Vladimir es un cosaco abstemio. Dice que eso de “beber como un cosaco” es un tópico. “Yo no bebo ni agua”, afirma con aplomo. Hice una prueba. Le ofrecí un vaso de Vichy Catalán y lo rechazó cortésmente. Le ofrecí un chupito de quina, y después de darme las gracias, me contestó que el alcohol “ni para las heridas”. Ahora le creo. Me cuenta que cuando lo hieren en los combates, en lugar de echarse alcohol, se pone un trocito de pan Bimbo, que es muy absorbente. Además, le tiene miedo a la lluvia porque le han dicho que su casaca de cosaco no se seca. Así que si está en una batalla y empieza a diluviar, se va corriendo a la trinchera y allí se queda, tapadito hasta que amaine. Sus compañeros de armas se lo perdonan porque saben que en el fondo es un buen cosaco y que jamás les aguará una fiesta. Pero le toman el pelo y le dicen que se ahoga en un vaso de agua. Vladimir, cabizbajo, lo admite. Es un cosaco aguado.