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Aprovechando que es domingo…

Lectores aburridos esperando que alguien publique un post (foto de Hamed Saber)

Los sábados y los domingos los blogueros descansan. No escribe ni blas. Los lectores de blogs escrutan  en vano sus RSS feeds y visitan sus favoritos para encontrarse con la misma entrada del viernes. Por eso, aprovechando que nadie escribe hoy, voy a hacerlo yo para captar todos esos lectores sedientos de posts inexistentes. Este post es para vosotros. Leedlo despacio, disfrutadlo, recomendadlo a otros amigos que no tienen nada que leer hoy porque éste… es el único post nuevo de la blogosfera.

Adivina, adiblognanza

Esta mujer está haciendo una tarta. Ahora prepara uno de los ingredientes del postre. El dibujo lo dice todo. ¿Quién es capaz de adivinar el nombre de la mujer y lo que está haciendo en este momento?

Nota: La solución, el lunes.

Herrumbre

FOTO DE ASCHAF
FOTO DE ASCHAF

Hacía varios días que no publicaba en el blog y se me estaba oxidando. Tal cual. Los blogs se oxidan. Empieza a salir un poco de orín en un post, y enseguida se propaga a los enlaces y a los tags, hasta que todo adquiere un tono anaranjado. Las fotos se ponen macilentas y empiezan a cuartearse. Luego toca ir con una lima y quitar todo ese óxido hasta dejarlo otra vez limpito, limpito. Es una labor de restauración tediosa, por eso es mejor publicar todos los días, y así te olvidas del problema. Acabo de ponerle 3-en-1 en los goznes de los comentarios. Ahora da gusto. Espero que no me vuelva a pasar.

Temor al termómetro

FOTO DE sergemelki
FOTO DE sergemelki

Antes de comprar un coche, siempre me cercioro de que no tenga termómetro. Un coche sin termómetro da libertad. Aunque haga un frío mortal, al no tener termómetro no sabes qué temperatura hace y puedes hacerte el loco pensando que, en el fondo, sólo está un poco fresquito. Es más, ni siquiera enciendes la calefacción del coche. A lo sumo piensas, «¿hará frío de verdad?», pero al final tú solo te contestas: «Serán imaginaciones mías».

En cambio, si tienes termómetro, enseguida te enteras que estás a 10 bajo cero. La cosa cambia. No te queda otra que encender la calefacción al máximo. Empiezas a tiritar, los huesos se entumecen y se congestiona la nariz. Las manos se agarrotan y apenas pueden coger el volante. Maldices el termómetro. No te puedes hacer el sueco porque delante de tus narices hay un indicador enorme que dice -10C con el icono parpadeante de un copo de nieve. Es entonces cuando tomas una decisión drástica. Sales corriendo del coche. ¡Ya no tienes frío!

Lunático

Soy un lunático.

Si uno mira la acepción de esa palabra en el Diccionario de la Real Academia Española se encuentra con la siguiente definición:

lunático, ca.

(Del lat. lunatĭcus).

1. adj. Que padece locura, no continua, sino por intervalos. U. t. c. s.

Es importante destacar lo de «no continua, sino por intervalos». Para que nadie se asuste. Son períodos cortos. Ráfagas. Se me pasan enseguida. Por otro lado, no estoy de acuerdo con lo de «que padece locura». Como lunático, disfruto de esa condición, y presumo de ella en tertulias, fiestas y cocteles. «Soy lunático, pero sólo de 5 a 7.30 de la tarde», digo con una copa de champán en una mano y un canapé entre el dedo pulgar y el índice de la otra.

Pero hay una acepción de «lunático» que no recoge la academia y que debería considerarse, y es la del lunático como «aficionado a la luna en sus diferentes fases y aspectos», una afición que disfruto, no padezco. Toda esta disertación me sirve para introducir una nueva sección de las Anacrónicas de Allendegui. Se llama Lunatismos, y en ella publicaré fotos de la Luna. Qué bien me cae la Luna!