Vacaciones prohibitivas
Acabo de volver de unas breves vacaciones en Panama City Beach y debo decir que estuvieron prohibitivas. Pero no porque el hotel fuera demasiado caro, ni porque las ostras tuvieran precios desorbitados por culpa del derrame de petróleo de BP, ni porque la gasolina estuviera por las nubes. Sino más bien porque me prohibían arrojar objetos desde el balcón de mi habitación, me prohibían llevar bebidas alcohólicas a la playa, me prohibían sentarme en barandillas, me prohibían introducir carritos en el cuarto del hotel, me prohibían tirarme de cabeza y jugar al caballito en la piscina y hasta me prohibían molestar a las tortugas marinas desovando*.