El pájaro negro
(Imagen de Xiaofeng17)
Paseaba un domingo por el bulevar. El sol reverberaba en las hojas de los álamos, y algunos rayos se filtraban entre las ramas, haciendo un efecto óptico similar al de un proyector de cine antiguo. El trinar de los pájaros permeaba de armonía toda la escena. Así de ensimismado iba, cuando un excremento de pájaro, caído en perfecta línea vertical sobre sus gafas, rompió la armonía del momento. Iracundo, sacó un pañuelo del bolsillo y empezó a limpiar la lente. Levantó la vista, y a pocos metros, otro señor, bien trajeado, acababa de recibir un impacto similar sobre el hombro de su chaqué. No pudo reprimir la carcajada, una risotada estentórea que encontraba consuelo inmediato en el mal ajeno. Sintió entonces el revoloteo de otro pájaro, éste negro y preso dentro de su cuerpo, que certeramente depositaba otro excremento en el centro de su conciencia.