La respuesta es sencilla: depende a quién se lo tires. A José Cruz lo detuvieron por conducir ebrio en el estado de Virginia Occidental. Cuando lo estaban fichando en la comisaría, se acercó disimuladamente al agente y le tiró un pedo. El policía dice que el olor era tan nauseabundo que tuvo que acusar a Cruz (qué cruz) de agresión, además de los cargos previos de ebriedad y obstrucción a la justicia. Parece que estar pedo y echarse un pedo no es una buena combinación.
Este blog es obra de Allendegui, un periodista navarro que emigró hace más de una década para hacer las Américas, y todavía no las ha terminado. Sus anacrónicas hablan por sí mismas, después de intensas sesiones de logopedia. También han ganado premios, como el Blasillo de Huesca, al ingenio español en Internet. Si quieres, puedes escribirme, o tuitearme si te atreves en @allendegui.
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Para no depender del arbitrio olfativo de los agentes, deberían inventar el pedómetro. Aunque sería un instrumento peligroso: fomentaría los campeonatos, sin ninguna duda.
Viva los pedos pintores!