¡Qué grande es Dios!
- Foto de Doug Wheller
El semáforo se puso rápidamente en rojo y me quedé atascado en el cruce, con cuatro o cinco coches delante. En el arcén estaba ella en su silla de ruedas, como casi todos los días, pidiendo dinero. Enseguida se me acercó y le hice gestos elocuentes desde detrás de la ventanilla haciéndole entender que no tenía suelto. Me puso su cara habitual de desesperación y no pude resistir. Tuve que bajar la ventanilla. Muy rara vez intercambiamos palabra. Cuando llevo algo de dinero, se lo doy, me lo agradece y ahí queda todo, pero en esta ocasión, ella me empezó a hablar.
– Hoy es mi cumpleaños.
– Felicidades, le contesté, con un nudo en la garganta, por no poder alegrarle un poco el día con algunas monedas. ¿Cuántos cumples?, agregué.
– 57.
Hasta ahí llegó el intercambio. Pero ella parecía tener ganas de contarme algo.
– El año pasado, estuve en coma, y ahora trato de vivir día a día, como nos dice Jesús. ¡Dios me sacó del coma! ¡Qué grande es Dios!
El corazón me dio un vuelco al ver con ese optimismo a una mujer sin techo, postrada en silla de ruedas, con la pierna derecha amputada, sucia y andrajosa, con el rostro arrugado como una pasa, con la piel tostada por el ardiente sol que soporta todos los días para pedir dinero a un costado de la carretera, y su frágil salud mental… Y allí estaba, alzando los brazos de alegría, celebrando alborozada su cumpleaños y dando gracias a Dios por todo lo que le había dado.
-¡Qué grande es Dios!, volvió a decir.
Empecé a balbucear algo, pero el claxon del coche de atrás me interrumpió. El semáforo ya estaba en verde. Pisé el acelerador y seguí mi camino pensando en lo grande que es Dios.
Cuando la vuelvas a ver, además de dinero, regálale una flores. Alguien que está feliz con lo poco que tiene, se merece algo más.
Tienes razón Titajú. Gracias por el comentario y el consejo.
qué gente más maravillosa hay por el mundo. Y qué afortunados somos cuandos nos la cruzamos.
bettyboop
Sí que es grande y cuántas gracias hay que darle cada día