Cuatro años después de la última cita todo sigue igual. Hay un halo de idílico romanticismo que empieza en Concha Espina y acaba ya casi en Plaza de Castilla. Ambiente de día especial en la parroquia, refrendado por la vía rápida cuando Bruce Springsteen toma el escenario pocos minutos después de las nueve de la noche al grito de ¡Madrid! y los 55.000 asistentes enloquecen con las manos en alto en una hipérbole loca del concepto de rock de estadio. Quien quiera que lo inventara pensaba en el hoy y el ahora capitalino.
Cierto es que el sonido igual no está a la altura de las circunstancias, pero esta es una cuestión que queda arrasada por el avasallador ímpetu hercúleo del amigo americano y su E Street Band mientras encadenan ‘Badlands’, ‘My love will not let you down’ y ‘Cover me‘ y, al caer la noche, el estadio Santiago Bernabéu vive una de esas jornadas de regocijo en las que, oh, el balón ni empezó a rodar ni se le espera.