Oct 142011
 

Tensión ‘in crescendo’ sin recurrir al típico carrusel de sustos, una atmósfera inquietante, un desenlace macabramente calculado y un Luis Tosar -como casi siempre- colosal. Estos son los sólidos pilares en los que se sostiene Mientras duermes, lo nuevo de Jaume Balagueró.

El protagonista de la última producción de Filmax es César, el portero de un vetusto edificio de apartamentos en Barcelona. Trabajador educado, servicial y abnegado, su conducta de cara a los vecinos es aparentemente intachable. Pero solo aparentemente. Y es que Cesar tiene un problema: no es feliz, es más, no puede serlo.

En su vacío vital, la única razón que encuentra para despertarse cada mañana es saber que quienes le rodean también son desgraciados. En este afán, estudia al milímetro a sus vecinos, sus hábitos, incluso sus casas para conocer sus secretos más oscuros y, sobre todo, sus penas inconfesables.

Pero este portero amargado no es solo un voyeur del dolor ajeno. Su disfrute es también activo. Es decir, que si atisba en sus vecinos el más mínimo síntoma de felicidad, ahí está él para valerse de su posición y provocar que su gesto vuelva a torcerse. César es algo así como el William Randolph Hearst de las penurias ajenas: nunca deja que la realidad le estropee una buena desgracia.

Pero en su afán por sembrar la infelicidad en su edificio, hay todavía una batalla que le queda por ganar. Se trata de Clara, la inquilina del 5ºB -interpretada por Marta Etura, que como ‘vecinita happy’ no tiene precio- que nunca deja de sonreír. Ella será la gran empresa que sacará a César de su apatía.

TOSAR Y LA VIRTUD DE LA CONTENCIÓN

La infelicidad y la envidia. Dos males endémicos del ser humano contemporáneo, sirven a Balagueró y a Alberto Marini -que firman un guión que también se ha convertido en novela- para alumbrar uno esos malos de andar por casa -nunca mejor dicho-, de esos que incluso puedes llegar a creerte.

Y mucha culpa -puede que casi toda- la tiene Luis Tosar. Que esté soberbio en un papel que exige un gran trabajo para no caer en la parodia y/o el ridículo, como pasó con el Malamadre de Celda 211, no es, por esperado, menos destacable.

El otro gran triunfo de Mientras duermes -amén de una magnifica fotografía y una acertada música- es la contención de su guión. El director de REC podría haber convertido otra vez la escalera de la finca barcelonesa en una catarata de sangre, pero no era el tema.

Por contra, no se ceba en la inercia de la historia y se queda en la inquietud perversa del malo que (casi) no se mancha las manos. Y es que, hasta dónde le es posible, César actúa con una precisión propia de un cirujano y con la calma de quien sabe que su momento llegará tarde o temprano.

«Sí, claro, César podría haber agarrado una motosierra e ir descuartizando a los vecinos piso por piso», ironizaba el propio Balagueró en rueda de prensa antes de que Marini zanjara con lo evidente: «El clímax de esta película no tiene que ver con la violencia».

Mucho mejor así. Nadie espera encontrarse a Michael Myers, Jason Voorhees o Freddy Krueger regando las plantas en su escalera. Eso sí, de gente que encuentra consuelo en ver que las vidas de otros son más desgraciadas y patéticas que la suya está el mundo lleno. Solo hay que echar un vistazo a las audiencias de televisión.

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