Nosotros somos Los Chicos del Vertedero, y no venimos a recitar poesía, venimos a dispararla.

Con los cuadernos entre los dientes, nos descolgamos por la cornisa del edificio de la bolsa, monos aulladores con la polla enrojecida, meando a los que pasan por debajo malgastando la primavera.

Por valles oscuros donde la noche pierde su nombre, montamos caballos de otros planetas que nos llevan, bajo la burla de los astros, por mapas-cacofonía de recortes de periódicos y diccionarios paranoicos, en el viento perdido de las bibliotecas.

Nos precipitamos desde la órbita más alta de la mente:
ángeles de alas quemadas, en el aire veloz,
sembrando de ceniza lunar,
el corazón de los fanáticos de la muerte.

A través de los túneles caemos lanzados como la corriente por el cobre, iluminados por fuego de placas solares-brillo de big-bang que estalla como en la cola centrífuga de pavos reales.

Y sabemos reír con la cara, pero también con el culo…

…y con el vómito y descoser el pecho en gritos, listos para caer como una plaga sobre el WELCOME de las cabezas-felpudo que teclean cifras cancerígenas en la mirada de niños voladores aún no identificados.

Cabalgamos tensando bridas de dragones,
arrasando piscinas, campos de golf, residencias de ancianos, tanatorios, crematorios, urbanizaciones…

Nos desbordamos a través de calles planificadas en el miedo de los cielos por los arquitectos de los cementerios, hasta el corazón-calor de los campamentos urbanos que resisten el asedio de los cajeros automáticos, la envidia de los brujos y el mordisco de sus bestias de tiro.

En la escuela, los técnicos de la putrefacción aritmética intentaron cerrar los caminos que habrían de llevarnos a vivir, como pájaros cuánticos, entre la hiedra de los manicomios. Entonces, prendimos hogueras en los puentes y todo el que quiso pasar, no tuvo más remedio que mirar directamente a fuego y verse reflejado en él.

Nos colocamos en la trayectoria de la tempestad dispuestos tomar la cresta de sus olas-crin-furia-galope de caballos frente a los domadores de ríos, bosques, nubes, y el insulto de sus paraguas.

Camuflados en el smog fotoquímico de los corredores, a lo largo del eco doblado de los pasos , en el tropiezo de bultos y maletas, quietos en el aire acondicionado y la paciencia de las cintas transportadoras, desde el horizonte circular de los aeropuertos.

Como torrentes por cauces tóxicos a golpe de metales pesados, venimos a corroer el baño de oro en los corazones que se dejaron atrapar-disecar para el adorno policromado en casas de navidad-chocolate-azúcar en polvo y calefacción central.

Merodeamos el perímetro de los laboratorios-crisol de átomos futuros, al asalto-liberación de partículas-cobaya, espacios-cobaya, tiempos-cobaya, seducidos por el canto-alba de las máquinas que vendrán y los millones de colores de sus cielos pixelados capaces de concebir lunas nuevas en el interior de nuestros párpados.

Vivimos colgados de semáforos y cables eléctricos-lianas tendidas en el humo de las ciudades. Asoman a través de nuestra mirada pájaros incandescentes abrasando tierras baldías de informes, índices, estadísticas y todo lo que no está directamente tatuado de la piel hacia fuera.

Patriotas de la tormenta, hinchando siempre nubes a punto de estallar, amigos del rayo y las baterías, a toda velocidad por carreteras en trance bajo la lluvia hasta puertos de mar-atardecer sonámbulos-plata de peces nocturnos fluyendo por la cara oculta de la luna.

Nos dejamos caer, blandiendo antorchas de papel de periódico e inhibidores de ondas de radio y televisión, por el cielorraso de las ciudades dormitorio, y pintamos de rojo los tres días deportivos del interminable fin de semana en chandal.

En metros, trenes y autobuses nos lanzamos al ahogo de los obispos de la deuda, los académicos del temor, los catedráticos de la impotencia, forenses de niños, fuentes y auroras.

Sobre la vida, bajo el fuego, con el fuego, como relámpagos atrapados entre nubes empeñadas en rompernos la mirada.

Escapando siempre.

Nosotros somos Los Chicos del Vertedero, y ahora no venimos a recitar poesía, venimos a dispararla.

 

2 Responses to Ángeles quemados

  1. Delia dice:

    Hola Toño, te he encontrado gracias a tu comentario, o gracias a google, mejor dicho. Pero gracias. Esto es impresionante, es genial poder leerte porque esto que escribes no se aprecia tanto a la velocidad del habla. Impresionante Los chicos del vertedero, un viaje a otro planeta. Seguiré leyéndote. Abrazos.

  2. Batania dice:

    Qué grande, me has recordado a los diversos manifiestos futuristas de hace cien años, gran mezcla de caos y velocidad

    Abrazos cachicuernos.

    Hasta pronto.