Un miércoles de noviembre, en una sucursal de un banco cualquiera. Son las 9 A.M. y no hay nadie haciendo cola en ninguno de los mostradores de atención al público.
Entra un cliente y se dirige a una joven oficinista:
– Me gustaría hacer un ingreso.
– Puede usted hacerlo en el cajero.
– Ya, pero me gustaría hacerlo con usted.
– Por favor, sígame, es muy fácil-, y se levanta para indicarle cómo se hace.
– Da igual, déjelo-, dice el cliente perplejo mientras se dirige a la salida.
– ¡Oiga! ¡Si usar el cajero para hacer un ingreso es muy fácil!-, insiste la oficinista. Pero el cliente ya ha abandonado la sucursal con un sobre que contiene varios miles de euros.
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