Un paseo entre libros

Después de una hora y media de cola pudimos acceder a la feria. Mi amigo Pablo venía crecido porque alguien le había dicho que se parecía a uno de los autores de los que esperaba obtener una firma. Nos miramos por lo arriesgado del comentario, pero respiramos aliviados cuando dijo que se trataba de Santiago Posteguillo. Nada más entrar, parada obligatoria en el estand de la Comunidad de Madrid, a Pablo siempre le han podido todos los escritos relativos a nuestra ciudad, pero después de leer el Madrid de Trapiello ha enfermado definitivamente.

A escasas páginas de alcanzar la cima de Moby Dick, libro ascético donde los haya, no pude evitar fijarme en Ballena, de Paul Gademme, bellamente editado por Periférica, con la ilustración de un cetáceo en la portada y mucho más breve que la obra de Melville. Al lado, Breviario provenzal, de Vicente Valero y Recuerdos de un jardinero inglés, de Reginald Arkell. Avanzamos unos metros y en el mismo «contexto», diviso a Luis Solano, un caballero editor de los pies a la cabeza, a quien saludo amigablemente. Entre sus ediciones recientes, Los días perfectos, de Jacobo Bergareche, y ya de algunos meses Asombro y desencanto, libro de viajes de Jorge Bustos, pero no puedo evitar terminar las obras completas de Manuel Chaves Nogales adquiriendo la última pieza que me falta y que ha sido uno de los aciertos de Libros del asteroide, El maestro Juan Martínez que estaba allí.  A lo lejos, desde el Acantilado, divisamos Las memorias de ultratumba de Chateaubriand y las entrevistas de The Paris Review, además de la Comedia de Dante, divina.

Unos metros más allá nos espera un senador romano que resulta ser Emilio del Río, con quien me une un maestro común, el héroe de la libertad Antonio Fontán. Del Río se ha convertido en uno de los mayores divulgadores del mundo clásico en nuestros días y es autor en Espasa de Latin Lovers y Calamares a la romana, porque si bien verba volant scripta ment. Seguimos la corriente y encallamos felizmente en Gadir, una editorial repleta de clásicos donde me llama la atención otro pequeño libro, Viajar, de Melville, los estragos de Moby Dick otra vez. Tengo intención de dosificar mi presupuesto y paso de largo, pero prometiendo volver. Uno siempre vuelve, hay que procurar volver, pero a lo bueno. Pasamos de largo el puerto de Fernando Aramburu cuyos “vencejos” duermen la siesta mientras al lado hay formada una cola que, por grande, se confunde con la de acceso a la feria, para conseguir una firma de la poetisa Elvira Sastre. Huimos de los empujones y damos de bruces con Óscar Martínez, autor de Umbrales en Siruela, al que no puedo evitar decir algo porque le veo solo, al menos en ese momento. “Perdona, tu libro tiene una pinta estupenda. Ojalá pudiéramos comprar todos los libros buenos. Enhorabuena”, a lo que me contesta con una sonrisa de oreja a oreja dándome las gracias. Compraré su libro, del que he leído una reseña de María Barril en Aceprensa. Enfrente, las uvas de Rialp junto con los premios Adonais, todavía queda en mi paladar el agradable sabor de Bello es el riesgo, de Marcela Duque y de La suerte de conocerte, los diarios del crítico literario Adolfo Torrecilla.

En el ecuador de la feria nos acercamos a Eunsa, editorial universitaria, donde saludamos a Javier Balibrea que nos habla de Series contra cultura, una guía muy útil sobre ficción televisiva, de Alberto Nahum. También avisto con nostalgia El taller de la filosofía, de Jaime Nubiola. Luego, “Encuentro” inesperado con La edad de las nueces, de José María Sánchez Galera. También nos acercamos a la BAC donde comentamos las Meditaciones de un cristiano, sobre los Salmos, de Robert Spaemann. En La huerta grande florece La suerte de la cultura de José María Carabante a quien he visto en persona sembrarla y cultivarla. La cosecha de Tim Gautreaux ha llenado los silos gracias a la excelente traducción de Gabriel Rodríguez Pazos y la buena labor como editora de Philippine. En el estand de Arce conseguí por fin encontrar la Ínsula 894, un monográfico, coordinado por Josep M. Rodríguez, sobre le lectura y la escritura, que llevaba meses buscando.

Y vimos más, desde nuestro tope vimos más, pero se hizo de noche mientras buscábamos Renacimiento e Hiperión. Yo me conformé porque en verano había escuchado a Fernando Beltrán declamar poemas de Hotel vivir y La curación del mundo en Tui, sin embargo, Pablo no, y para superar su sensación de frustración volvimos a Gadir y me regaló Viajar, una declaración de intenciones, una misión, seguir viajando entre libros, una vez al año en la feria, pero también los viernes en las librerías de Madrid, nuestra ciudad, nuestro paraíso.

4 comments for “Un paseo entre libros

  1. Ignacio Lucas Ros
    17 septiembre, 2021 at 7:21

    Excelente descripción de la feria del libro.
    He aprendido mucho
    Continua con tu magisterio literario.
    Gracias.

    • Álvaro Lucas
      17 septiembre, 2021 at 17:25

      Muchas gracias, papá. Nos vemos pronto por Pamplona. Un abrazo fuerte.

  2. Eduardo Fernández
    19 septiembre, 2021 at 9:42

    Así sí que vale la pena asistir a la feria del libro: asistido por un nuevo Virgilio en el desdenso al infierno de infinidad de libros…

    • Álvaro Lucas
      19 septiembre, 2021 at 17:51

      Qué bueno tener noticias tuyas, Eduardo. A ver si nos vemos pronto. Un abrazo fuerte.

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