Camisas blancas con cuadros azules de raya fina

La estuvo mirando un rato a cierta distancia. No estaba muy seguro de comprarla y no quería que viniera ningún dependiente a darle la murga. Es la ventaja que tienen los centros comerciales, pensó. Puedes ojear las cosas a distancia sin temor de ser avasallado por nadie.

Al final decidió animarse y se acercó a aquella camisa blanca con cuadros azules de raya fina. El dependiente le miró sorprendido, pero enseguida le preguntó si quería probársela. Interpretó el leve movimiento de su cabeza como un asentimiento y le quitó las agujas a la prenda.

En el probador, con la camisa ya puesta, volvió a sentirse bien consigo mismo. Le quedaba fenomenal, al menos esa era su opinión. Descorrió las cortinas con una sonrisa y le dijo al dependiente que había decidió llevársela. Aquel individuo le miraba ya con cierto estupor cuando le cobraba los 80 euros que costaba aquella camisa.

Al llegar a casa, saludó a su esposa y se dirigió rápidamente hacia el vestidor de su habitación. Allí estaban las diecisiete camisas blancas con cuadros azules de raya fina, todas exactamente iguales. Sin perder tiempo, extrajo de la bolsa la nueva adquisición y la colgó en una percha alineada con las demás. Una vez hecha esta operación se tumbó en la cama mirando al techo y quedó en éxtasis. Era feliz.

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