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Más de 50 años de guerrilla, más de 200.000 muertos, más de seis millones de desplazados internos… y menos de dos meses para la firma de un acuerdo de paz histórico. El 23 de marzo es la fecha que todos los colombianos tienen marcada en su calendario desde que hace más de tres años comenzaran las negociaciones para alcanzar la paz definitiva en Colombia.
Más de medio siglo de conflicto que en octubre de 2012 comenzaba a ver su fin. El Gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) comenzaban en Oslo (Noruega) una serie de conversaciones que pocos meses después se trasladarían a La Habana (Cuba) y que supondrían la esperanza de más de 48 millones de personas.
«No hay duda de que el país necesita este proceso. Hay que lograr que los que no estén de acuerdo acepten que es la mejor salida posible». Son las primeras palabras del embajador de Colombia en España, Alberto Furmanski, en esta entrevista con Notimérica; pero también es la gran preocupación de Santos de cara al postconflicto, pues sabe que no es fácil reparar el daño que las FARC han causado a las víctimas en las últimas décadas.
La firma definitiva del acuerdo está prevista para el próximo 23 de marzo. ¿Qué podría ocurrir si la paz no se firmase ese día?
Hay que matizar que la fecha fijada para firmar el acuerdo puede variar, ya sea para adelantarse o retrasarse. Lo que me gustaría aclarar es que este es un proceso irreversible.
Económicamente, ¿se ha estimado cuáles serán las consecuencias para Colombia?
Los cálculos más optimistas dicen que el PIB puede ascender dos puntos sobre el crecimiento natural que se prevé para el año, aunque algunos expertos dicen que será incluso más. Hay indicadores, como el del turismo, que pueden incrementarse en mayor medida, dado que hay países que todavía tienen veto sobre Colombia al ser un país en conflicto y si este termina, esos vetos se levantarán.
¿Qué sucederá con los más de seis millones de desplazados internos que hay en Colombia y con los refugiados que se encuentran fuera del país? ¿Qué porcentaje se cree que podrá regresar?
El Gobierno ha sido muy previsor y cuando comenzó la discusión sobre el proceso de paz paralelamente se empezaron a desarrollar algunas cuestiones adicionales, como la designación de regiones o el reintegro de tierras. En ciertas regiones la gente ya pudo empezar a reclamar los territorios de donde fueron desplazados.
No sabemos con claridad cuánta gente puede reclamar sus tierras, pero hay que tener en cuenta que en Colombia actualmente la mitad del terreno es totalmente inhabitable por culpa de la guerra, por lo que presuntamente serán cientos de miles las personas que reclamen lo que les pertenece una vez que empiece esta nueva era.
Tampoco sabemos con certeza la cantidad de colombianos que hay fuera del país, pero pienso que los que salieron al extranjero no eran refugiados, sino migrantes económicos que en muchos casos ya han regresado, como muchos de los que se marcharon a España. A Estados Unidos o a Venezuela también hubo mucha emigración, pero ya están por la segunda o tercera generación, por lo que es difícil que regresen. No considero que mucha gente vaya a regresar del exterior. Sin embargo, en el interior muchos van a volver a sus parcelas.
El presidente, Juan Manuel Santos, ha dicho en más de una ocasión que habrá que renunciar a cierta cantidad de justicia en favor de la paz. Algunas organizaciones internacionales han señalado que el proceso conllevará una «piñata de impunidad» para los guerrilleros y otras dicen que es el precio necesario a pagar con tal de alcanzar la paz. ¿Cómo harán para que las víctimas del conflicto salgan lo más favorecidas posible? ¿Cómo logrará el Gobierno alcanzar el equilibrio entre la memoria, la justicia y el respeto a la dignidad de las víctimas?
A las FARC siempre se les ha intentado derrotar y no ha sido posible, pese a que en los diez últimos años se han debilitado muchísimo. Por tanto, la mejor salida era negociar, pero también es verdad que en una salida negociada nadie va a ofrecerse a pagar con la cárcel.
Gracias al sistema de justicia intermedia al que se ha llegado, la gente que acepte sus crímenes, dependiendo de su gravedad, tendrá unas penas de cuatro u ocho años. Si alguien no los admite, pero se prueba que es culpable, la pena será de veinte años.
Por otro lado están las penas que se pagarán en las zonas de reclusión. Aún se está discutiendo si habrá ocho, quince o veinte zonas en el país donde estos guerrilleros estarán recluidos, donde tendrán libertad de movimiento pero dentro de los límites que se establezcan.
Habrá gente que considere que este método no es válido, pero habría que preguntarles si prefieren eso o que continúen las armas. Por tanto, la entrega de armas, la aceptación de los crímenes y las zonas de reclusión me parecen un avance excelente para el país.
¿No resulta difícil convencer de esto a las víctimas?
Colombia ha llevado a los diálogos de La Habana a diferentes estamentos de la sociedad. Ha llevado a víctimas para que se enfrenten cara a cara con los guerrilleros de las FARC, ha llevado a militares, a empresarios… Lo más interesante es que las personas que más favorablemente han reaccionado a este acuerdo han sido precisamente las víctimas y las asociaciones de víctimas.
Se ha llevado a algunos de los militares más importantes del país, que han participado activamente en el proceso. Todas estas negociaciones han ido bien y con un poco de fe el país poco a poco irá aceptándolo y todos quedaremos satisfechos.
Otro de los aspectos controvertidos del acuerdo es cuál será el nuevo diseño de su Congreso a partir de la firma. ¿Se permitirá a las FARC constituirse como partido político? ¿Se les asignará directamente un número determinado de escaños, como también se ha planteado?
Tenemos el ejemplo de las negociaciones que se llevaron a cabo con el grupo guerrillero M19 hace veinte años. En ese acuerdo se les otorgó a sus miembros tres escaños en el Congreso. El desarrollo de ese proceso de paz, siendo una guerrilla mucho menor que las FARC, fue extraordinario; esas personas que entraron al Congreso han tenido un buen desempeño en la política y han aportado muchísimo.
Posteriormente, algunos miembros del M19 fueron elegidos para gobernaciones o alcaldías y hoy en día participan en tres o cuatro partidos políticos diferentes. Yo diría que la sociedad los absorbió positivamente. Las FARC están pidiendo puestos en el Congreso y en la Cámara de Representantes y seguramente el Gobierno se los otorgará. Si son dos, tres o cuatro, yo no lo tengo claro.
¿Esos escaños serán asignados automáticamente después de la firma?
Sí, seguramente después de la entrega de armas, que se producirá uno o dos meses después de la firma del acuerdo y se realizará bajo la supervisión de enviados por el Consejo de Seguridad de la ONU.
¿Qué ocurre con el Ejército de Liberación Nacional (ELN)? ¿Por qué no avanza el proceso de paz con él de la misma forma que avanza con las FARC?
El ELN es una guerrilla mucho más pequeña que las FARC y está concentrada en muchos menos sitios del país. Mi opinión es que el ELN, que ya tiene un proceso de paz avanzado con el Gobierno, no se quiere sentar a negociar porque quiere ver hasta dónde llega el proceso con las FARC. Pese a esto, Colombia ya le ha mandado mensajes claros de que se está agotando el tiempo para sentarse a hablar.
Santos estuvo la pasada semana reunido con el presidente estadounidense, Barack Obama. Es evidente que el apoyo de EEUU es importante para el proceso de Paz pese a que el secretario de Estado, John Kerry, ha dicho recientemente que seguirá considerando a las FARC como un grupo terrorista. ¿Qué pasará si en noviembre hay un cambio político y el país pasa a estar presidido por los republicanos?
Lo primero que logró Santos en su visita a EEUU es que el Plan Colombia continúe. Este Plan se hizo con el apoyo de todos los partidos políticos de ese momento y no creo que la ayuda a Colombia dependa de quién gobierne. En cuanto a las palabras de John Kerry, supongo que EEUU no dejará de considerar a las FARC como grupo terrorista hasta que se firme el proceso de paz y entreguen las armas.
También la semana pasada surgieron algunos rumores que apuntaban a que podrían proponer a los negociadores de La Habana para el premio Nobel de la Paz. ¿Qué le parecería esta decisión?
Es cierto que no hay ninguna propuesta seria, también se apunta al propio presidente Santos. Yo creo que todos los negociadores que lo hacen en favor de la paz deben ser propuestos.
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