Ahora estoy en el punto de no retorno
intentando ver más allá del fin de los aeropuertos,
dispuesto a mantener encendida la llama eléctrica de las calles
como un faro para el que sabe
que se perderá en los montes y fuentes de su infancia,
lejos de las pisadas calientes de brea y cemento:
mi casa en la hoguera de los sueños.
Y navego contra la marea
inclinado sobre el tráfico y las personas que se agolpan,
que se apresuran en dirección contraria y creen
con la fe de los que no tienen más:
La felicidad es coger el autobús a tiempo,
la mañana del sábado,
el cloro de las piscinas,
el plástico perfumado en los bazares chinos,
la mar en calma de las vacaciones,
el paisaje pintado con vacas en las ventanas del tren.
Y veo, desde las torres de radio y televisión, el baile en espiral
en torno al quiosco y el estadio.
Luz y diseño, pantallas urbanas,
abejas en el enjambre terminal
que celebran, con electrónico entusiasmo y eterna sonrisa,
la fortuna de los que brindan por encima de sus cielos.
Os veo como islas en la misma deriva que me lleva.
Disuelvo mi sangre sucia en vuestra sangre sucia y navegamos
por un pantano que nadie codicia.
Ya no es nuestra la bandera azul de las playas
apenas el sol, la lluvia desde un sótano, el olor de las cañerías.
Arde el papel de los pactos inviolables,
ceniza en la cornisa de nuestro asombro, los almanaques
huelen como un centro comercial en llamas
y allí donde nos alcanza la vista el viento arrecia,
asoma el hambre.
Despertaremos un octubre de tejados fríos
con los ojos velados por la niebla-luz del día,
cuando se nos pase la borrachera y sintamos la tentación de hacer planes
para pasar la noche a cubierto, acurrucados
donde muere el terraplén de los trenes
con los caballos que hieren sus patas entre los escombros.
Vivimos una intemperie de ciudades deshabitadas,
campamento-infección-tierra herida enferma de autopistas.
Al otro lado de la valla despegan los aviones.
Arrastran el alba fuera de nuestro alcance, nos dejan a oscuras
por esta miseria-miedo-perro suelto-caballo cojo,
esta miseria de viejo sin afeitar.
Ya no arde la ciudad con sus electroimanes
y no nos queda tiempo ni paciencia,
no confiamos en la luz del día
para encender las tinieblas.
One Response to Paisaje Límite
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