El Atlético de Madrid se clasificó para los cuartos de final de la Copa del Rey tras empatar (2-2) en su visita al Santiago Bernabéu gracias a los goles de Fernando Torres, que marcó al comienzo del partido y de la segunda parte, y eliminó al eterno rival, que pronto desechó la opción de la remontada.
Ni ‘efecto Juanito’, ni gran noche en el Bernabéu. El Atlético volvió a tomar el coso merengue en un ejercicio de fuerza, inteligencia y rigor táctico, la mejor virtud de un Atlético de Madrid que se olvidó del fútbol, pero que maximizó sus virtudes hasta la extrema unción. Otra vez -y ya van cinco esta temporada– que el Real Madrid hinca la rodilla ante el campeón de Liga.
Lejos queda la excelsa racha de partidos consecutivos ganando, el preciosismo de los blancos y la reciente gala del Balón de Oro. Todo se olvidó en apenas 60 segundos. El más atlético de los atléticos, la bandera, el escudo, el ídolo que ha vuelto a casa, se encargó de torpedear el plan de los madridistas.
Todavía no se habían puesto las fichas sobre el tablero cuando el Atleti asestó el primer golpe, un puñetazo casi definitivo con sabor a cuartos. Una losa enorme que obligaba a los merengues a firmar una goleada de escándalo para eliminar al vecino. Fernando Torres fue el responsable del éxtasis rojiblanco.
El ‘Niño’ aprovechó un gran jugada de Griezmann, que se libró de Pepe, y batió a Keylor Navas con un buen lanzamiento. El de Fuenlabrada, soberbio en la definición, rompió el hechizo a las primeras de cambio y demostró que le ha hecho falta un partido -el de la ida– y un rato en el Nou Camp para volver a celebrar un gol vestido de colchonero.
A partir de ahí surgieron los arrebatos del equipo de Ancelotti, que sigue sin encontrar la fórmula para frenar a los de Simeone, los balones colgados -un caramelo para el Atleti– y el ímpetu desmedido que tanto levanta al Bernabéu, pero que no se tradujo en gol hasta el ecuador del primer acto. Sergio Ramos, con un cabezazo, igualó el partido.
Una falta botada por Kroos terminó en la testa del zaguero de Camas, que no falló ante el error de Oblak en el despeje. El 1-1 sirvió al Atleti para eternizar cada jugada a balón parado y para desarrollar la versión más perfeccionada de su ‘ADN’: detener los partidos y ser un muro en los balones frontales. Nada le pone más a los atléticos que un partido así.
El guión lo mantuvo a rajatabla, pero el Madrid se empeñó en bombardear a Oblak, en la mayoría de las ocasiones sin oficio ni beneficio. La hoja de ruta no era la adecuada, por mucho que sólo existiese un equipo sobre el verde del Bernabéu. El Atleti se conformaba con buscar a Torres, que seguía viviendo muy cómodo en su isla.
Mario Suárez salvó la ocasión más clara en botas de Cristiano, pero no hubo manera de romper la maraña planteada por el vigente campeón de Liga. Mucho orden, poco fútbol, y la intensidad por bandera. Con esos ingredientes sacó provecho el equipo de Simeone. No enamoró a los suyos, pero ‘el equipo del pueblo’ no tiene problema en priorizar su gusto por ganar que por gustar.
MISMO GUIÓN, MISMO GOL.
El comienzo de la segunda parte trajo más de lo mismo. Primera acción y gol de Fernando Torres. El madrileño regateó a Pepe y marcó por bajo. Un excelente gol que daba el pase al Atlético y que esbozaba una sonrisa en el ex jugador del Milan. Todo ha cambiado Torres, que poco después dejó su sitio a Arda con una sonrisa imborrable en su cara.
Contestó el Madrid con un espléndido cabezazo de Ronaldo, con casi todo el segundo acto por jugarse, pero el equipo de Ancelotti fue incapaz de encontrar el camino del gol. Ni con Jesé, que entró revolucionado y con energías renovadas, sirvieron para aplacar al ‘todopoderoso’ Atlético, que se ha ganado con letras mayúsculas todos los elogios del mundo.
El Atlético y el Cholo Simeone, el gran arquitecto de la felicidad colchonera, se han ganado a pulso cualquier piropo. Hace no muchos años el Bernabéu clamaba ‘se busca un rival digno para derbi decente’. Pues bien, tres temporadas después el partido de la capital ha demostrado tener un sólo dueño. El Atleti ya vela armas para medirse al Barça.
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