El Real Madrid superó el récord de dieciocho victorias consecutivas del Barcelona de Frank Rijkaard tras vencer en el Estadio Santiago Bernabéu al Ludogorets (4-0), en un encuentro en el que el conjunto blanco consiguió el pleno de victorias en la fase de grupos de la Liga de Campeones, donde ha dominado de principio a fin en el grupo B, tras doblegar a un conjunto búlgaro que permitió muchas ocasiones ante los de Ancelotti, que, sin nada en juego, no tuvieron la motivación necesaria para conseguir una mayor diferencia.
La alineación inicial, sin embargo, mostraba que el técnico italiano se tomaba en serio al Ludogorets, ya que a pesar de la presencia anunciada de varios jugadores poco habituales en el once, como Keylor Navas, Nacho o ‘Chicharito’, dispuso de inicio a Kroos, desatendiendo la voz de la conciencia que alerta de las bajas en esa posición, con James y Modric lesionados y Khedira sin acabar de recuperarse para la causa madridista.
Ante los pocos atractivos del encuentro del lado madridista, más allá de los números, éstos cobraron la mayor importancia en el césped, ya que Cristiano Ronaldo demostró estar altamente motivado desde el pitido inicial, sin esperar a empezar a realizar tentativas, primero con un disparo desde fuera del área, y después en un remate de córner en el que se estorbaron él y Varane, en busca del ‘hat-trick’ que le igualaría con Messi en la cabeza de la tabla de goleadores de la historia de la máxima competición continental.
Sin embargo, la primera gran ocasión del encuentro la tuvo en sus botas Isco, que no levantó lo suficiente su vaselina, tras un genial pase de Illarramendi. El de Motriku continúa dando muestras de su crecimiento, ya que acto seguido, volvió a asistir a Cristiano, que aprovechó un boquete en la zona central para tratar de sorprender desde lejos a Stoyanov, en unos minutos de ida y vuelta en los que el Ludogorets llegó a probar a Keylor en varias ocasiones.
Ante semejante ritmo, el primer gol estaba tardando en llegar, y no se hizo esperar, ya que ante un remate de Varane en un saque de esquina, Marcelinho se lanzó a atajarlo con la mano, tras lo que Bale marcó un tanto anulado, señalándose la correspondiente expulsión y la pena máxima, que transformó Cristiano Ronaldo.
Una vez abierta la lata, los madridistas comenzaron a asediar la portería búlgara con varias ocasiones muy claras, y acabarían encontrando premio de nuevo, ya que Bale anotó el segundo tras rematar de cabeza un córner que impactó en el larguero, pero acabó entrando en la meta de un Stoyanov que no pudo hacer nada.
LOS BLANCOS PERDONAN UNA GOLEADA MAYOR EN LA SEGUNDA PARTE
A pesar del gran dominio en el césped, aunque llegaban paulatinamente algunos tímidos acercamientos del Ludogorets, los madridistas parecían conformarse con la renta, ya que les faltaba definir con más acierto, un hecho retratado en una acción en la que Bale envió ‘al muñeco’ un balón que parecía un gol cantado, ya que el galés estaba totalmente solo y con tiempo de sobra para batir al meta búlgaro.
La grada del Bernabéu, muy poblada con la esperanza de ver golear a su equipo, no se vio correspondida en el terreno de juego, ya que los suyos no afinaban la puntería, con un nuevo remate que se estrelló en el larguero con un remate difícil de adjudicar entre Cristiano Ronaldo y Arbeloa, y los contraataques, habitualmente mortíferos, se perdían en el último pase.
El Ludogorets, por su parte, se esforzaba por acercarse al área contraria, ardua tarea si se tiene en cuenta que jugaron hasta setenta minutos con diez jugadores ante todo un Real Madrid, cuyo mayor peligro llegaba con los saques de esquina, y el árbitro acertó a validar el primer remate de Arbeloa ante una doble acción en la que Stoyanov estuvo brillante, pero no pudo evitar el tercero del conjunto local.
La nota positiva del encuentro la puso el tanto de Álvaro Medrán, que al poco de entrar en el terreno de juego anotaba el cuarto, después de que su disparo fuese desviado por un defensa búlgaro, formando una parábola envenenada que acabó entre las redes, y que puso en el marcador una cifra que debió llegar antes, ante un encuentro en el que reinaron las individualidades y la falta de voracidad goleadora.
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