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El Real Madrid puso la Liga en bandeja al Atlético de Madrid y al FC Barcelona tras empatar ante el Real Valladolid (1-1) en un pobre partido de los merengues, condicionados desde los ocho minutos cuando perdieron a Cristiano Ronaldo, que se retiró del terreno de juego por culpa de una «fatiga muscular».
Nada importa más que tocar el cielo de Lisboa y eso lo dejó claro el Real Madrid en Zorilla. Capaz de hacer uno de los mejores partidos de su historia en Múnich, siete días después tocó la cruz de la moneda. Además, por partida doble. El patinazo del domingo no se borró en Pucela, es más, añadió algunas trazas que evidencian el cansancio blanco.
Sin el hambre que demostró en el ‘Viejo Continente’, el Real Madrid ofreció un fútbol lánguido –como la primera parte con el Valencia– y bastante descosido con el adiós de Ronaldo, que dejó su sitio a los ocho minutos por una dolencia muscular. El de Madeira apenas pudo dejar su huella en Zorrilla.
El comienzo no fue bueno, sobre todo por el impulso del Valladolid, que andaba con la soga al cuello por aquello de la permanencia. Para colmo, al Madrid le servía jugar al ‘trantrán’ para llevar la iniciativa, mucho más cuando Sergio Ramos –que estrenaba paternidad– firmase su cuarto partido consecutivo marcando.
El de Camas, que aprovechó la ausencia de CR7, pidió el lanzamiento de un libre directo poco antes de alcanzar el descanso. Su valentía tuvo premio en su partido 400 como madridista y dejó helado a los de Juan Ignacio Martínez, metidos en su área cuando Javi Guerra y Óscar no hacían acto de presencia.
De hecho, sus hombres más adelantados dispusieron de buenas ocasiones en la primera parte, pero ninguno llegó a batir a Casillas, que volvió a jugar en Liga más de un año y medio después. El triunfo parcial anunciaba borrascas para el Madrid, aunque momentáneamente se marcharon con la sonrisa al descanso.
Los cambios no ayudaron al esquema de Ancelotti, condicionado por la inactiva presencia de Morata y el mal partido de Benzema, escondido en el mal control, en el regate equivocado y el disparo sin puntería. La salida de Isco no ayudó sino a convertir al Valladolid en más y más protagonista.
Guerra lo volvió a intentar, esta vez con una tijera, pero fue Osorio quién logró la gloria para los vallisoletanos. Un cabezazo inapelable, el primero en la meta de Casillas, llegó al fondo de la red. El Madrid, desarmado y físicamente roto, esperó la extremaunción y reza ya por no fallar en la final del 24 de mayo. Por allí pasa toda su temporada.
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