Los artistas también emprenden

Hace un tiempo tuvimos en Villanueva ocasión de contar como invitado en una tertulia con el profesor Víctor Pérez Díaz, Catedrático de Sociología. A los organizadores del encuentro, el profesor David Rodríguez-Rabadán y a mí, nos había llamado la atención un artículo suyo en el que relacionaba la capacidad de innovación de un país, medida a través del índice de registro de patentes, con la educación artística recibida en la escuela. Resultando que a mayor formación musical o pictórica mayor era la capacidad de innovar de las personas.

Pérez Díaz vino a contar que en un tiempo en el que la especialización y la profesionalización se imponen por la presión que tienen unas etapas educativas sobre otras (los currículos escolares se diseñan como trampolín para los diferentes grados universitarios y los grados universitarios ya desde los primeros cursos se diseñan para los trabajos que los estudiantes van a desempeñar) se deja de lado una formación que tiene algunas bondades en ocasiones insospechadas y que puede enriquecer de muchas maneras la calidad del trabajo y los puntos de vista de una persona que debe gestionar equipos, diseñar estrategias, o liderar proyectos empresariales.

Este tema ocupa también el primer capítulo del libro Piensa como un artista, de Will Gompertz, director de Arte de la BBC y ex director de comunicación de la Tate Gallery, quien mediante un recorrido único e irreverente por la historia del arte, echa por tierra cualquier mito o visión romántica de la inspiración artística. Porque los artistas sí que hacen números, pero no suelen hablar de ellos.  Gompertz echa por tierra la leyenda de la pobreza de Van Gogh, de quien dice que no murió en la indigencia y que emprendió varios negocios con su hermano Theo que era quien ponía el dinero. De Warhol dice que “dibujaba billetes y luego los cambiaba pro billetes de verdad”.

Cuenta Gompertz que los grandes centros artísticos de la historia, como Venecia, Ámsterdam o Nueva York eran al mismo tiempo grandes centros comerciales de importancia mundial. Artistas como Rubens fueron grandes hombres de negocios que dejaban trabajando a sus discípulos en sus estudios mientras ellos visitaban  las cortes reales para estudiar las últimas tendencias y no quedarse a la zaga.

Se nos ha impuesto la idea de que el trabajo de los artistas es un oficio que no tiene los pies en el suelo pero precisamente tener bien asentada la pisada es la que les proporciona tiempo y libertad para poder trabajar en su arte. “Hablar de un `artista empresario´ no es un oxímoron. Para tener éxito creando es necesaria cierta visión empresarial”. Pero como todo emprendedor, el artista ha de dar con la idea que le encumbre.