Management versus poesía

Hoy he entrado en El Corte Inglés de Sanchinarro para merodear una vez más por la librería. Es una de mis tácticas preferidas para matar el tiempo antes de ir a recoger a los niños al colegio.

Para llegar hasta allí tengo que atravesar toda la sección de joyas y relojes. De vez en cuando me entretengo y miro como agonizan los segundos atrapados en cientos y cientos de esferas de todos los tamaños y colores.

Sofocado, me guardo algún minuto para mirar libros. Con esto del marketing digital, que aflora por todos lados, me ha dado por meter las narices en la sección de «management». Significa «dirección de personas» pero si divides la palabra en tres partes («man», «age» y «ment») el significado cambia y hace referencia a la «edad mental del hombre».

En la sección hay un millar de títulos. Debe ser que nuestra edad mental es motivo de un riguroso y prolífico estudio. Me paro y ojeo dos. El primero, El efecto facebook. Es interesante esto de las redes sociales. Quito sin complejos el plástico -que lo hacía más atractivo-  y leo algunos apartados. Hace unos días vi la película y me temo que es más de lo mismo. Me pregunto cómo podría montar una empresa. ¿Tengo ideas? ¿Son todas de bombero? ¿Qué tienen de malo las ideas de los bomberos? Me canso de afrontar cuestiones tan arduas y lo devuelvo al mostrador (trato de volver a plastificarlo pero es imposible).

Paso al segundo libro (no tiene plástico). Las pequeñas grandes cosas, del gurú de la «edad mental del hombre», Tom Peters. Lo abro y lo ojeo también. Son pequeñas citas marketinianas. Debe ser el libro de cabecera del marciano que habita en el cuerpo de Elton John. Me fijo en una y procedo a leerla. Reproduzco aproximadamente: «Cada día pasa un rato a solas con tu mujer. Hablad. La comunicación es lo más importante. Aprende a mirar las cosas desde su punto de vista». Levanto la vista e incrédulo miro el rótulo de la sección «Man-age-ment». ¿Me están diciendo cómo tengo que querer a mi mujer los gurús marcianos?  Huyo despavorido -no sin antes dar la vuelta al libro para que nadie más pueda cometer el mismo error que yo- y pregunto por la sección de poesía a la primera dependienta que me cruzo. Me dice que no hay sección de poesía propiamente pero me señala un rincón donde hay algunos libros desperdigados.

Rápidamente identifico Entre otros olvidos, del poeta José Antonio Muñoz Rojas y directamente lo compro y corro hacia el coche para una vez dentro abrirlo como un tesoro y leer: “Ven como sea, en la luz/de la mañana, en el primer vuelo/de cualquier pájaro de los que ahora/ mismo cruzan el cielo o se levantan/de la tierra./Ven como sea,/que esta hermosura de tarde/te necesita para su eternidad”.

Poco a poco los efectos perniciosos de mi exposición a la literatura de «man-age-ment» se desvanecen y en su lugar me invade una agradable sensación de inconsciencia.

10 comments for “Management versus poesía

  1. Fernando Hernández
    24 febrero, 2011 at 14:57

    Grande, Álvaro, grande…

    • 24 febrero, 2011 at 22:21

      Gracias, Fernando, tu comentario «aislado» vale mucho, je, je.
      Un abrazo fuerte.

  2. maria
    25 febrero, 2011 at 1:16

    Gracias. Qué bueno, Álvaro. MS

    • 25 febrero, 2011 at 8:32

      María, qué bueno saber de ti. Hace tiempo que no coincidíamos por el hiperespacio. Espero que todo vaya bien y siento lo de los marcianos marketinianos, aunque sé que en realidad tú no eres uno de ellos.

  3. Anacleto
    25 febrero, 2011 at 19:12

    Álvaro, eso te pasa por no buscar en las secciones adecuadas. En la biblioteca de un auténtico runner como tú no puede faltar este título: Correr, de Jean Echanoz.

  4. 25 febrero, 2011 at 19:56

    Ojo, Anacleto, detective secreto. Soy un ávido lector de literatura deportiva. Otro día contaré el tiempo que dedico a merodear por la librería de Decathlon.

  5. Anacleto
    26 febrero, 2011 at 10:00

    Agente secreto, si no le importa a usted.

    • 26 febrero, 2011 at 13:14

      Eso es. 😉

  6. Álvaro Lucas
    31 octubre, 2011 at 23:34

    Jo, hoy he cogido el libro de «Las pequeñas grandes cosas» (Tom Peters) de la biblioteca de la universidad y sólo después me he dado cuenta de que lo había puesto a caer de un burro en este post.

Comments are closed.