Algunos medios han publicado recientemente una noticia sobre la vida de Mohed Altrad, elegido empresario del año por EY (antaño, Ernst & Young). Nace en Siria fruto de una violación hace más de 60 años. En medio de la miseria todos los días se escapa a la escuela (no de la escuela) para espiar a través de un agujero hecho en la pared las clases en las que están otros niños. Con el tiempo consigue que le dejen asistir a él también y gracias a sus notas logra ir a la universidad y salir adelante. Pero no de cualquier manera. En la actualidad, tiene una empresa propia con 17.000 empleados y 200 millones de dólares de beneficio.
La historia de Mohed enlaza de alguna forma con lo que dice la canadiense Catherine L´Ecuyer en su libro Educar en el asombro sobre la importancia de respetar y potenciar la capacidad de asombro de las personas. Su tesis se centra principalmente en los niños y los jóvenes pero apunta también las consecuencias que tiene en los universitarios y en las personas en general.
No dar el mundo por supuesto es un tesoro que tienen los más pequeños, como le ocurrió a Mohed. Para ellos todo es nuevo y asombroso, es más, lo más sencillo muchas veces es lo que más les asombra. Perder o conservar ese motor de conocimiento que viene de serie por naturaleza tiene sus consecuencias en la universidad. La motivación de un estudiante universitario es directamente proporcional a su capacidad de asombro y viceversa. ¿Cuándo se pierde esa capacidad? Cuando a alguien, desde niño –señala L´Ecuyer-, se le da todo hecho. Así sólo se consigue anular el deseo de lograr cosas grandes que cuestan esfuerzo y sacrificio. Mohed deseó mucho tiempo poder estudiar y se esforzó por conseguirlo.
Mejorar el nivel de los resultados de los universitarios de un país pasa por una educación previa basada en la sobriedad, algo que no es fácil precisamente en el momento en que vivimos. Todo esfuerzo hecho en esa dirección tendrá su recompensa a medio y largo plazo. La capacidad de asombro genera capacidad de innovación porque quien la tiene ve más allá de lo que ven los demás; y la innovación va de la mano del espíritu de emprendimiento, tan necesario para un estudiante de cualquier grado pero especialmente del Grado de Administración y Dirección de Empresas.
Las Pymes conforman la mayor parte del entramado empresarial de nuestro país y detrás de cada una de ellas hay una persona que supo perseguir tenazmente algo por lo que otros no estaban dispuestos a arriesgarse, y que supo así dar oportunidades a tantos otros generando empleo y riqueza.
Por otra parte, quien conserva intacta esa capacidad de asombro tiene también una mayor facilidad para distinguir entre un bien mayor y un bien menor. No dará por ejemplo la misma importancia a un bien cultural que a un producto de consumo diario; aunque el último suele producir mayores beneficios económicos, el primero puede hacer que nuestra sociedad sea mejor. El emprendedor del que hablamos valorará más la creación de un relato o la composición de una melodía que un modelo de automóvil o unas zapatillas. Por eso, todo emprendedor debe tener siempre en su mente el modo de implicar a sus empresas en el mecenazgo de iniciativas culturales o directamente plantearse el reto de lograr hacer rentables muchos negocios culturales que se encuentran hoy en día en la cuerda floja.
Mohed es un ejemplo del emprendedor que sabe valorar los bienes en su orden lógico. Lo demuestra cuando en declaraciones a la BBC recuerda con pena que hay una deuda que nunca ha podido pagar: devolver la vida a su madre que murió el día en que él nació.