Isabel ejecuta su mejor paso de baile. Pies y manos cruzados, cabeza inclinada y los ojos cerrados. Espera un aplauso, pero no tiene recogida la melena y está dormida en su asiento del metro.
De pronto… abre los ojos… y pierde su mirada… entre bambalinas.
Jeje, yo un día de estos voy a bailar tanto que me pasaré de parada. Es que el traqueteo da un sueñin…
¡Que sueño tan hermoso! En él despertó y los aplausos eran ruidos producidos por el metro. Ni por ello dejó de ser femenina. Era su costumbre.
Era pura armonía.