Antonio golpea con los dedos una agenda que lleva en las manos. A su lado, Ana, estornuda con sigilo. Él la mira y le dice: «Jesús». Ella le devuelve la mirada y le agradece el detalle. Hasta ese instante ninguno de los dos había reparado en el otro. Él se separa un poco para no incomodarla y ella oculta un poco su lectura porque ahora siente un cierto pudor.
Es que a veces el trayecto diario es muy "automático", sobretodo por la mañana temprano… Suerte que este blog nos recuerda que cada día es particular, yo ahora intento fijarme más 🙂
Yo creo que en estos espacios, a veces se nos olvida que estamos rodeados de personas 😉
Así es, y es la razón de ser de esta aventura que va llegando a su fin. Cinco historias restan.Un abrazo.