Era su primer día en el nuevo trabajo. Alguien le había indicado dónde debía sentarse. Su nueva mesa era de caoba, bonita y espaciosa. El silencio reinaba en la oficina. Observó que el resto de las mesas eran grises. «¡Qué suerte la mía!», pensó.
Al llegar al día siguiente se cruzó con dos maromos que se llevaban su mesa. En el hueco alguien había colocado un tablero gris, igual que el de los demás. Su ilusión se quebró. Quiso decírselo a alguien… pero el silencio reinaba en la oficina.
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