En la boca del metro, al pie de la escalera, Susana se quita los zapatos de tacón. Está exhausta. De su bolso saca unas zapatillas viejas y apoyándose en la pared se las pone. Suspira aliviada y un escalofrío le recorre el cuerpo. Sube los escalones y sin pensarlo lanza al interior de una papelera los puñeteros zapatitos de princesa.
Más de una vez hubiera hecho lo mismo 😉
El presumir no sabe de dolores… 😉 Y menos por unos zapatos bonitos.
He visto tacones que jamás podréis imaginar…
Jajaja