Fernando se ha sentado a mi lado nervioso. Tiene la piel de las manos oscura y no se está quieto. Huele raro. En sus rodillas apoya una carpeta azul con una pegatina blanca en la que alcanzo a leer «P. Condicional». ¡Vaya! ¡Qué suerte! Se ha ido a sentar conmigo alguien con la «condicional». Pero apenas lo pienso se apea del metro y en su lugar se sienta José, un tipo más bien serio que no deja de estudiar un taco de folios: Libro II. Delitos y sus penas. Título Primero. Del homicidio y sus formas. ¿Podría tratarse de una persecución subconsciente?