Son las once y media de la noche. Está muy cansada. Vuelve a casa después del turno de tarde. «Creo que no podría perdonarte si te olvidaras del día de mi cumpleaños», lee en la página 228 de su libro de Anagrama. Va de negro con un vestido en forma de saco. Sus zapatos son de mil colores y en su pelo se vislumbra una diadema de terciopelo verde. Entre trayecto y trayecto un halo de cobertura se cuela en el vagón y suena un breve pitido, un sms: «Muchas felicidades Ana, TQ».