Sueño reparador

Rosalía tiene mucho en lo que pensar. Lleva puesto el uniforme de la empresa de limpieza en la que trabaja por las mañanas y en su mochila tiene doblada la bata que debe ponerse por la tarde en casa de la señora Julia. Sus amigas le insisten en que es imposible que pueda con todo. En su mano aprieta una barra de labios, pero no es russian red, es simplemente cacao. Con discreción se rasca el codo izquierdo. Tiene principio de soriasis. Lo que le faltaba. El médico le ha dicho que procure no rascarse pero es que aquello pica lo que no está escrito. A Magdalena y Nancy las han contratado en el restaurante de al lado de casa pero ella no ha tenido suerte y como cada mañana tiene que viajar en el metro desde el sur hacia el norte. A ratos se duerme y sueña que está en Quito, a la sombra de aquel gran ciprés de la granja en la que trabajaba su abuela. Los perros merodean y hay tanta vida por delante…