El que parte y bien reparte se queda con la mejor parte. Los mejores recortes que he comido eran los de las sobras de las obleas que se empleaban para hacer hostias de comulgar que un obrador de confitería, cercano al desaparecido paso nivel del Crucero. Vendían a los espectadores del Cine Crucero a un precio baratísimo, para degustar durante la proyección de la película.
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Maximino Cañón
22/6/2012 - 11:11
Las otras hostias, las de los cortes de carretera, esas eran totalmente gratis y siempre fueron administradas por ‘antidisturbios’. Muy solicitadas eran las ‘bombas’, rellenas de crema, y los ‘troncos’, pero los de comer, que por una peseta, de las de entonces, hacían las veces de la merienda. También eran muy deseados los helados de corte de las desaparecidas Confiterías de la Coyantina, que hacían que te rechuparas los dedos hasta que desaparecían los sabores. Otros cortes que nos cabreaban eran los de las películas que nos llegaban con mucho retraso, bastante deterioradas y con menos metraje debido a la censura reinante. Bueno, hasta aquí he querido reflejar lo hace algún tiempo significaban los recortes y los cortes. No es que fueran tiempos mejores, sino es que fueron tiempos vividos. Quién iba a decir que hoy los helados estarían al alcance de cualquiera y que su consumo formaría parte de cualquier postre. Los que siguen en activo son los ‘cortes’, pero de mangas. Sobre todo los que te dan cuando te diriges a una entidad financiera en busca de crédito o de una pequeña ayuda económica para, como ahora se dice, emprender un negocio y el empleado de turno, al advertir la falta de avales o de respaldo a tal efecto, te proporciona un verdadero corte gratis, pero de “mangas”.Sin duda alguna, los que más saben de cortes y de recortes de sueldos, de verdad de la buena, y la mayoría después de haberse ganado el puesto en dura competición, son los funcionarios. Luego están los cortes de carretera que los conocidos mineros llevan a cabo en defensa de su sustento. Ahora comprendo aquel dicho de un ‘Guaje’ (Guaje: categoría laboral que se le daba al ayudante de picador minero) a su madre al comenzar el primer día de trabajo en la mina. “¡Madre! prepáreme la merienda y el candil que los mineros somos la hostia”; a lo que la madre, con un soberbio mamporro, le respondía: “y las madres el copón”. Y a mamporros seguimos.
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