Desde que uno era pequeño siempre revoloteaba alrededor de nuestros pensamientos esta corrección que, de la mano de nuestros padres, sonaba a advertencia para que moderáramos nuestro lenguaje. En la escuela o en el colegio te enseñaban las normas de comportamiento que por aquel entonces estaban vigentes y debían de llevarse a cabo si querías ser el día de mañana un hombre de bien derrochando buenos modales.
Archivado en: Maximino Cañón, León, farmacias
Maximino Cañón
02/3/2012 - 11:11
Eso era la teoría o el deseo de los padres para con sus hijos, pero la práctica era el comportamiento sin censura que los chicos llevábamos a cabo en nuestros momentos de ocio en las calles (entonces se podía correr y jugar casi sin peligro alguno). El léxico empleado en nuestras conversaciones, para que nos vamos a engañar, era el que escuchábamos a los mayores que tanto admirábamos a pesar de la gran línea de separación existente entre mayores y pequeños, aunque solo fuera esta de dos o tres años. Se le veía como ídolos a imitar y tenían patente de corso para hacer determinadas cosas que a los más pequeños nos estaba vedado. Bien es cierto que entre chicos y chicas había una clara diferencia, quizás por la educación adquirida o impuesta en cada casa. Ellas hablaban y estudiaban (las que lo hacían) mucho mejor que los chicos. Salvo raras excepciones raro era oír a una chica proferir algún taco o palabra mal sonante. Volviendo a meollo de la cuestión diremos que cualquier persona mayor se sentía con la obligación y el derecho de reprenderte si era testigo de alguna palabra mal sonante, eso si no se lo decía tus padres que entonces la cosa era peor. Pero hay cosas que se repiten con fuerza a pesar de no estar uno sometido a la disciplina de los mayores o de la autoridad. Hace unos días fui protagonista de una vivencia que me hizo recordar aquellos tiempos de correcciones y reprimendas, salía con un amigo de una conocida farmacia y al despedirme dije con desparpajo y sin segundas intenciones:"¡A seguir bien!" a lo que acto seguido, y de manera espontánea, me corrigió otro vecino y cliente que abandonada la farmacia al mismo tiempo, "No jorobe", eso no se puede decir en una Farmacia. Así que a toser y a estornudar para que todos podamos vivir, aunque sea con medicinas.
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