Esta semana parece que todo anda revuelto. El tiempo no sabe si va o viene, la gente que no para de correr de un lado a otro, sobre todo si es a primeros de julio y lo hacen delante de una manada de toros bravos, en las fiestas más internacionales de Pamplona.
Nunca he entendido muy bien por qué se abalanzan todos a tropel, buscando cornadas y patadas del animal con más casta española. Dicen que hay un subidón terrible de adrenalina, que los sentidos se afinan al máximo, que las sensaciones son insuperables y que el corazón se dispara poniéndose al límite su capacidad. Disculpen mi ignorancia, pero sigo sin entenderlo; como tampoco entiendo mucho eso del fútbol cuando 22 hombretones corretean por el campo detrás de una pelota, y además alguno cobra por ello más que la nómina completa de muchas empresas españolas, que en esta época tan removida, se las ve y se las desea para poder afrontar el pago a sus trabajadores.
Tiempos revueltos en política, donde la "prima de riesgo" parece que se ha ido de vacaciones con el "primo de Rajoy" a disfrutar de unos días de descanso en época de huracanes, con los mercados bailando un desenfrenado cha-cha-cha, cuyo ritmo los ciudadanos europeos por más que lo intenten, no pueden seguir.
Tormentas también en algún partido político de esta provincia, al que siguen lloviéndole chuzos a cañonazos y donde los fracasos de algunos pretenden salpicar a los otros, demostrando tan poco coraje al no afrontar responsabilidades, que más bien parece lo que al final se pretende encubrir a toda costa: colocar sus peones de cara a encajar el puzle del manejo en el poder, para como siempre, situar la estrategia de unos frente a la capacidad de otros.
El tiempo tormentoso en esta época tan veraniega, parece querer advertirnos con sus truenos y relámpagos, con sus lluvias y granizos, que hagamos lo que hagamos, siempre habrá algo superior a nosotros, que no podremos manejar ni manipular. Y no me refiero a la visita de Benedicto XVI, que quede claro.
Archivado en: Ana Isabel Ferreras, Diario de una alcaldesa, Lancia, tormentas, Rajoy, sanfermines
Ana Isabel Ferreras
15/7/2011 - 10:58
Esta semana parece que todo anda revuelto. El tiempo no sabe si va o viene, la gente que no para de correr de un lado a otro, sobre todo si es a primeros de julio y lo hacen delante de una manada de toros bravos, en las fiestas más internacionales de Pamplona.
Nunca he entendido muy bien por qué se abalanzan todos a tropel, buscando cornadas y patadas del animal con más casta española. Dicen que hay un subidón terrible de adrenalina, que los sentidos se afinan al máximo, que las sensaciones son insuperables y que el corazón se dispara poniéndose al límite su capacidad. Disculpen mi ignorancia, pero sigo sin entenderlo; como tampoco entiendo mucho eso del fútbol cuando 22 hombretones corretean por el campo detrás de una pelota, y además alguno cobra por ello más que la nómina completa de muchas empresas españolas, que en esta época tan removida, se las ve y se las desea para poder afrontar el pago a sus trabajadores.
Tiempos revueltos en política, donde la "prima de riesgo" parece que se ha ido de vacaciones con el "primo de Rajoy" a disfrutar de unos días de descanso en época de huracanes, con los mercados bailando un desenfrenado cha-cha-cha, cuyo ritmo los ciudadanos europeos por más que lo intenten, no pueden seguir.
Tormentas también en algún partido político de esta provincia, al que siguen lloviéndole chuzos a cañonazos y donde los fracasos de algunos pretenden salpicar a los otros, demostrando tan poco coraje al no afrontar responsabilidades, que más bien parece lo que al final se pretende encubrir a toda costa: colocar sus peones de cara a encajar el puzle del manejo en el poder, para como siempre, situar la estrategia de unos frente a la capacidad de otros.
El tiempo tormentoso en esta época tan veraniega, parece querer advertirnos con sus truenos y relámpagos, con sus lluvias y granizos, que hagamos lo que hagamos, siempre habrá algo superior a nosotros, que no podremos manejar ni manipular. Y no me refiero a la visita de Benedicto XVI, que quede claro.
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