El teatro de antes, el teatro de los sentimientos, el teatro intimista llega a la cartelera del Auditorio ‘Ciudad de León’ de la mano de una pareja de actores reconocida y consolidada. Tras el éxito del montaje ‘El diario de Adán y Eva’, Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza nos descubren ‘Por el placer de volver a verla’, una tierna obra sobre el poder del teatro y las relaciones entre una madre y un hijo.
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gentedigital.es
02/10/2010 - 14:27
Este texto del canadiense Michael Tremblay nos ofrece emociones, sensaciones y sentimientos a flor de piel en una historia sencilla que narra cómo va creciendo un hijo (Solá) a través de los ojos de la madre (Oteyza). Tremblay homenajea con esta obra a su progenitora, un ama de casa “con una sensibilidad especial”.
‘Miguel’, un reconocido autor, director, y también actor teatral, sube al escenario para presentarnos una obra autobiográfica que será la excusa perfecta para contarnos diferentes retazos de su vida, y así recordar la relación con su madre, sólo “por el placer de volver a verla”. Desde sus primeras travesuras, pasando por el descubrimiento de la lectura, o del teatro, hasta las últimas horas de su madre iremos identificándonos con sus dos personajes: Miguel y Nana.
Miguel Ángel Solá realiza un trabajo impecable en el que, desde el primer momento, nos convence de que es el autor del texto; llega a hacernos creer que Nana es su madre, y lo que vemos, su vida, hablándonos con tanta naturalidad que hace que no sepamos distinguir donde termina el texto de Michael Tremblay y donde comienza a actuar. Ella, Blanca Oteyza, en el papel de una exagerada y entrañable madre, se va creciendo por momentos, madurando con el personaje, para dejarnos sobre las tablas un perfecto ejemplo de elegancia.
Solá y Oteyza, con una increíble química, pasan por la escena trascendiendo más allá, e involucrando sutilmente al espectador, a través de este espléndido texto que narra la ternura de una madre hacia a su hijo, y la admiración de un hijo por su madre.
En cuanto a la escenografía, la historia transcurre en un sencillo escenario, con un ciclorama que va variando de color y seis cubos. Mientras Miguel habla dos operarios van montando y desmontando una azotea, un escritorio o incluso un vagón de tren. Con esta sencillez, la compañía de Concha Busto pone en pie esta sensible comedia que une humor y lágrimas.
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