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Un amigo de León

Y se dejó de fumar (y 2)

El comparar los tiempos es algo inherente a la clase humana, y ello acompañado de ejemplos para dar mayor credibilidad a lo pasado. Tengo varios recuerdos al respecto que siendo ya mayor viví y, a mi manera, en aquel tiempo, disfruté (qué error y desconocimiento).

Archivado en: Maximino Cañón, fumar, dejar de fumar

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Maximino Cañón
10/2/2023 - 03:30

Uno de ellos era cuando estando en la edad en que te tenías que esconder para fumar un pitillo que, previamente y a escondidas, habías comprado en un carrín o quiosco, fue al ir a visitar a un amigo internado en un sanatorio, ya desaparecido en León, donde, al no revestir gravedad la enfermedad, lo que se producía en la habitación era una tertulia acompañada de una humareda que tenía que ser aliviada cuando la enfermera entraba y abría la ventana pero sin ninguna otra consideración, salvo una sonrisa de leve advertencia.
Mi mayor impresión me la produjo un cirujano de una importante clínica de Madrid cuando, estaba ingresada una persona muy cercana a la espera de ser intervenido para quitarle un pulmón, como consecuencia de tener un tumor maligno. Lo que iba a comentar. Se le acercó el cirujano y sentándose en la cama le informó amablemente de cuándo iba a ser la intervención y cómo. Pero lo que quiero destacar es que toda esa información la daba mientras se fumaba un cigarrillo negro, de los denominados Ideale, que se conocía como Caldo de gallina, y con una bata blanca llena de quemaduras. Mientras pasaba la consulta, los acompañantes de los enfermos nos encontrábamos fumando como chimeneas en la escalera del citado sanatorio sin ninguna prohibición expresada.
Las consecuencias futuras de los citados comportamientos creo que todos los hemos vivido o conocido. Hasta la súper famosa, en aquellos años, ‘Sarita Montiel', echaba volutas de humos mientras fumaba un pitillo en una larga boquilla y popularizaba la archiconocida canción de: "Fumando espero".
En definitiva, que lo que trajeron nuestros conquistadores de América se convirtió en el mayor producto maligno que hizo las delicias de la población mundial. Aquellas partidas que al lado del café y la copa no podía faltar la Faria o el pitillo en unos locales que se cortaba el humo al entrar y donde los extractores de humo (donde los había) no daban abasto a limpiar el establecimiento. Lo que no se concebía en aquellos años era que con el tiempo la prohibición de fumar en todos los lugares públicos imperara la prohibición de hacerlo y mucho menos que se respetara. Pues se cumplió a pesar de ver, sobre todo es este invierno, que en algo se parece a los de entonces, a los fumadores fuera de los bares aguantando las inclemencias climatológicas, pero dándole al pitillo y la tertulia en grupo. Lo dicho, pues se dejó de fumar en todos los sitios en los que antes se fumaba al tiempo que nos preguntamos que como era posible que antes se fumara en todos los sitios, hubiera niños, personas enfermas o no fumadores, por ejemplo en los medios de transporte público, donde no te era posible salir a ventilarte. Ya somos mayores todos y, aunque yo también fui fumador, no por ello no dejo de mandar el mensaje de que, desde luego, de bueno no tiene nada y de que lo mejor es no probarlo ni tener el vicio porque ya se sabe, la cosa no es como empieza sino como termina, en muchos caso, con uno.

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