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Entrando a Catar

No es ningún secreto saber que el fútbol no se encuentra entre mis aficiones favoritas. Dicho esto me voy a referir a algo que, teniendo al mencionado deporte como protagonista, está ocupando estos días la mayoría de los espacios dedicados al balompié.

Archivado en: Maximino Cañón, Mundial de Catar 2022, Catar

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Maximino Cañón
18/11/2022 - 01:10

Es triste ver como el deporte, que debería ser un embajador del respeto a los derechos humanos, se pliega ante los dineros que el petróleo ha puesto en manos de un emirato absolutista. Nos cuentan que casi nada de lo que vayamos a ver por la televisión se asemeja a la realidad. No olvidemos que Catar forma parte de esos ricos emiratos, o petroestados, el cual, como organizador del Mundial de Fútbol de 2022, pretende blanquear su imagen frente a la que tiene internacionalmente conocida y sobre la que pesan denuncias por la explotación de trabajadores migrantes que, desde otros países con extrema pobreza, se desplazaron a Catar para, viviendo en condiciones miserables, poder regresar a sus países de origen y llevar unos petrodólares que hagan mejorar la vida de sus familias; mientras ellos dejaban el sudor, y la vida en muchos casos, construyendo unos estadios para la celebración de la llamada "gran fiesta de fútbol" impresionando al resto del mundo con las magníficas instalaciones que otros, con unos sueldos miserables y pérdidas de vidas, han llevado a cabo viviendo en despreciables habitáculos, soportando altas temperaturas y donde la refrigeración brillaba por su ausencia.
Me pareció una incongruencia y falta de humanidad ver, en un documental por televisión, la vida que llevaban en un estado o emirato donde, como se diría en términos campechanos (sin segundas), los catarís tienen dinero para aburrir mientras que, como he dicho anteriormente, aquellos que llegaban a buscarse la vida donde pudieran, se tenían que conformar con las migajas de una insultante riqueza.
Ahora comprendo aquel dicho que tanto se prodigaba para llamar la atención entre aquellos que eran poco amigos de arrimar el hombro y, que decía así: "Cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo espanta la moscas". Solo que en estos países por un escandaloso salario de miseria, a los ricos se las espantan otros.
En fin, que ganen los que más falta tienen, que el fútbol, ¿el fútbol?, es otra cosa.

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