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Gente en León

De vez en cuando

Una España que no está para alegrías

Cada ejercicio, cuando toca hacer públicos los presupuestos, bien sean los nacionales, autonómicos o locales, la cantinela se repite. A machamartillo. ¿Que los elaboran los 'nuestros'?, pues son cojonudos. ¡Ah!, que son de los contrarios, pues son un mierda. Y así, año tras año, cual malvado mantra en bucle, el españolito que guarde Dios, como escribiera Antonio Machado, no ve la luz al final del túnel con presupuestos o sin ellos. Nada cambia. Y lo que es peor: ni se espera.

Archivado en: Julio Cayón, Antonio Machado, alto precio de la energía, Asociación Leonesa de la Caridad, políticos

Julio Cayón
11/11/2022 - 03:30

Y es que nada cambia en este valle de lágrimas porque los políticos en nómina -la mayoría de ellos de pan y sardina- no miran ni de reojo a la calle, a la gente -como sería su primaria obligación-, sino que se palpan el ombligo y se tientan los dídimos con indisimulada soberbia, en un ejercicio de altivez infinita. El que manda, manda -piensan- y cartucho en el cañón. Ya lo dice el sabio refrán: el que venga detrás, que arreé.
España, ahora mismo, atraviesa por una situación calamitosa. Cada día hay más pobres, más desheredados, más familias sin recursos ni esperanza. Más oscuridad que nunca. Y así lo atestiguan, cual notarios de la pésima actualidad que nos invade, los bancos de alimentos, la organización católica Cáritas, Cruz Roja, parroquias... o, en León mismo, la Asociación Leonesa de Caridad y sus constantes esfuerzos por mitigar las carencias de todo aquel necesitado que se acerca por Puerta Obispo.
De norte a sur y de este a oeste, millones de españoles están viviendo de milagro. Y gracias que respiran. Y, se mire como se mire también, resulta imposible que puedan sobrevivir en el corto plazo dadas las circunstancias económicas por las que atraviesan. Llegará el invierno con toda su crudeza y habrá que elegir entre comer o calentarse. No quedará otra. Así de crudo. Y el que lo entienda exagerado, que mire al vecino. Es la ruina anunciada de un país que llegó a ser una potencia económica, y en estos momentos se ha convertido en un erial, en un infierno social.
Pero oiga, la mal llamada clase política mantiene el nivel. La que gobiernan y la que no. Perciben buenos salarios, se los suben por la brava -sobran, por conocidos, los ejemplos- y en sus casas tienen las neveras llenas. No les falta de nada. Y eso sí, arengan a las masas con la palabra solidaridad y otras maturrangas por el estilo, con el único objetivo de alcanzar o retener el poder. En román paladino, la mamandurria, que es el fin perseguido por toda esa tropa. Lo dice el Evangelio de Mateo: "por sus obras los conoceréis". La gente les va conociendo.

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