Por fin esta semana nos vamos a poder quitar la mascarilla. ¡Si queremos, claro! Porque muchos se lo pensarán y algunos otros tendrán pánico a hacerlo. No por si cogen la covid, sino porque con ella se vive mejor lejos de miradas extrañas. Rápidamente, se han apresurado ya a ponerle nombre al miedo: le llaman el síndrome de la cara vacía. Realmente parapetados tras ella ha sido fácil pasar desapercibidos y esconder los gestos (los buenos y los malos).
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Nicolás Pérez Hidalgo
22/4/2022 - 01:10
Sin embargo, la mascarilla no fue siempre un elemento de protección recomendando ni obligatorio, lo cual no dejaba de sorprender y más cuando eran (y son) las vías respiratorias, los principales caminos de entrada de patógenos en nuestro organismo. No fue hasta aquel 21 de mayo de 2020, cuando nuestros politicastros obligaron a llevarla, ya que en reiteradas ocasiones fue negada su necesidad por la "cara visible" de todo aquel paripé. Un tal Fernando Simón, que debería haber dimitido en el mismo momento que alguien le dijo que tenía que decir que no era necesario el uso de la mascarilla (básicamente porque no teníamos). Menos mal que dentro de unos meses Fernandito será ya un mal recuerdo, de un dudoso profesional gestionando lamentablemente todo aquello.
Pero las mascarillas, además de ser un complemento de moda (a veces demasiado caro) y servir para bajar a cero los contagios de la gripe en los últimos meses, han servido para más cosas. Han sido la excusa perfecta para cambiar al mandamás del PP, con aquello de la comisión que se llevó el hermanísimo de Isabelita. Y sin solución de continuidad, los medios de comunicación nos han contado como algunos "pillos" (Feijoó dixit) consiguieron dar el pelotazo de su vida vendiendo barbijos a precio de caviar, con la connivencia, de todo pichipata en el Ayuntamiento de Madrid. Pero no habrán sido los únicos, porque en esta España Picara y Ladrona hay incontables buitres sobrevolando las administraciones y los chiringuitos esperando que les caiga algo cuando aparece cualquier catástrofe. De momento se van conociendo algunos casos relacionados con las humildes mascarillas, pero cuántos Medinas y Luceños habrá habido vendiendo material sanitario a precios desorbitados, ¿cuántos comisionistas habrá hecho el agosto estos años con la disculpa de la pandemia?
En todo caso, ojalá veamos ya el uso de mascarillas como una cosa normal y que además de para protegernos del polen, las usemos para evitar contagiar a los demás. Larga vida a las mascarillas.
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