La resaca de la Semana Santa aún pega coletazos. Y se dice por costumbre o habitualidad que conviene hacer balance para analizar lo bueno y lo no tanto que han conllevado los siete días más intensos del año en la capital leonesa. Ni la Navidad ni las fiestas de San Juan o San Froilán concitan tanta gente en la calle como en el transcurso de la Semana Mayor y sus procesiones. Y eso ya nadie lo discute.
Archivado en: Julio Cayón, Semana Santa, Daniel Martínez 'Dani', Procesión del Encuentro
Julio Cayón
22/4/2022 - 01:10
La primavera, a excepción del Lunes Santo en que llovió, se ha portado. Incluso en exceso. Y ello, naturalmente, forma parte del éxito popular obtenido, después de dos años en blanco por culpa de la pandemia. Bien puede decirse, sin duda, que las cofradías y hermandades han vuelto a sus orígenes y se han reafirmado en sus génesis particularizadas y en sus objetivos estatutarios. Pero también ha habido de todo. Como en botica.
El acto del Encuentro en la Plaza Mayor, en la mañana de Viernes Santo, ha creado polémica. Pocos son los que han estado de acuerdo con la modificación efectuada y la inasistencia en el momento cumbre de la jornada -cuando San Juan se inclina ante la Dolorosa- de la figura del Nazareno. Eso ha sido lo más criticado por parte del gran público. Y hasta se están pidiendo firmas para que todo vuelva a su cauce y en 2023 se retome la escenografía habitual. Ahora bien, la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, que es la dueña y responsable de las imágenes y la representación evangélica decidirá qué es lo más conveniente. El debate, no obstante, está asegurado.
Al día siguiente se produjo otro hecho que, de igual forma, ha sido muy comentado. Uno de los pasos de la Hermandad de Jesús Divino Obrero se tuvo que retirar de la procesión titulada de La Soledad. La explicación más difundida fue que los braceros -o braceras, que viene a ser lo mismo- no podían con él. Al poco de iniciarse el desfile se dio la vuelta, camino de la iglesia parroquial de la barriada del Ejido. Y fin.
Y un hecho luctuoso. Lamentable. A mediodía de esa misma jornada, Sábado Santo, fallecía un joven y querido papón, Daniel Martínez ‘Dani'. ‘Hermanito' convencido de Jesús y padre de familia se iba hacia la eternidad al son de cornetas y tambores. Con 34 años. En plenitud. La injusta vida había sido demasiado cicatera con él y su familia. Y con sus amigos, que los tenía por docenas. Le lloran su esposa y sus dos hijos, aún muy pequeños, y le llora la cofradía, toda, porque, además, era un hombre bueno, en el sentido más amplio e incluso infinito de la palabra. Se lo había ganado a pulso.
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