Como es costumbre heredada, el Rey Felipe VI, el pasado viernes 24, articuló su tradicional discurso de Navidad. Eran las 9 de la Nochebuena y el griterío de las izquierdas -antes incluso de esas horas- ya afilaba la pluma de los venenos. Daba igual lo que dijera el Jefe del Estado. Los dardos se dirigían, raudos, hacia el Palacio de la Zarzuela, a fin de socavar la figura del monarca y cuanto rodea a la Casa Real.
Archivado en: Julio Cayón, Rey Felipe VI, Mensaje Navideño del Rey,
Julio Cayón
30/12/2021 - 01:10
Es el acostumbrado tráfico de recusaciones, que, por sistema enraizado y hasta inmaduro en las formas, circula de manera interesada cada mes de diciembre. Diga lo que diga el Rey, no importa, la monserga es incesante. Y, por recurrencia, el objetivo también es el mismo: debilitar, a pico y pala, los cimientos de la institución.
Y así, medios de comunicación afectos a la causa de la mal llamada progresía, titulaban que Felipe VI había pronunciado un discurso "plano con loas al ‘consenso' y sin referencias a su padre". O que Felipe VI evitaba hablar del rey emérito. Y la guinda informativa, que los nacionalistas lamentaban la falta de referencias al emérito. Todos por la misma línea erosiva. El caso era atizar.
Mención aparte merece ese sujeto apellidado Echenique, que, aunque argentino de nacimiento, encontró la panacea y el esplendor en España. Sobre todo para paliar sus dolencias físicas. El mismo que en su día se afilió a Ciudadanos -este es un dato que apenas se recuerda- y acabó en la extrema izquierda escupiendo insensateces y hasta heces por la boca. "¿Para qué sirve un Rey -señalaba- que demuestra su impotencia cuando dice defender principios contrarios a lo que representa? Y lo dice un individuo que, en clave de sermón, denunciaba en los inicios de su ‘carrera' los privilegios de la ‘casta', cuando luego, y pasándose por el forro todo atisbo de dignidad, se ‘despistó' hacia lo opuesto para vivir como un príncipe. El mismo, sí, que fue condenado por no pagar la seguridad social a su empleado y no le dio ni la tos.
A excepción del PSOE, la izquierda solo ha visto sombras en las palabras del monarca. Las luces las han difuminado hasta desaparecer, poniendo en el foco de la diana la figura de Juan Carlos I. Su obsesión. Es el monotema, cansino y aburrido, del que quieren sacar los máximos réditos populistas. Porque lo positivo del discurso del Rey, que lo hubo, no importa. En el fondo, lo que pretenden es cargarse la Constitución, consolidar el derribo de la Carta Magna, que, paradojas, les permite decir lo que dicen y hacer lo que hacen.
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