Y cayó. A los que tenemos bastantes años, pero que antes tuvimos menos, no nos sorprende ver caer la nieve de forma continuada y con grandes copos, más bien nos retrotrae a tiempo atrás, en los que no se sabía lo que era el cambio climático, y nos despertábamos muchos días del invierno con varios centímetros de nieve que, además de dar lugar a la suspensión de las clases, nos acompañaba durante los primeros meses del año protegida por las grandes heladas que por aquel entonces tenían lugar.
Archivado en: Maximino Cañón, nieve, Adamo, Andrés Martínez Trapiello, asnos, nevadas de antes
Maximino Cañón
03/12/2021 - 01:10
Aunque no había la precisión que hoy tenemos a la hora de predecir las temperaturas anticipando sus efectos, había gente que con una gran exactitud lo barruntaba A pesar de que una gran parte de los hogares no gozaban de calefacción en la mayoría de las casas, sobre todo en las que menos posibles teníamos, que éramos la gran mayoría; se combatía el frío, sobre todo a la hora de meterte en la cama que como decía Yoya de Goya, a mi mujer, te tenías que meter a traición y con un ladrillo de obra caliente envuelto en una bolsa de tela. Después llegaron las bolsas de goma que se te adaptaban mejor al cuerpo.
El resto de las viviendas se alimentaban del calor que desprendían aquellas fabulosas cocinas, llamadas "económicas", de leña donde no había carbón y de carbón al contrario, que además de valer casi todo como combustible (huesos, mondas etc.) proporcionaba abundante agua caliente de manera gratuita. Pero a los chavales, aunque con las manos heladas y los guantes destrozados por la nieve hacíamos el burro lanzando nieve prieta en bolas a las indefensas chicas al salir de clase. ¡Qué machada! Y qué ignorantes éramos. Luego al entrar en casa tu madre te decía, pero ¿has visto como vienes? Calado hasta los calzoncillos y, de esta maneranos manteníamos entretenidos y calientes gracias a la zapatilla maternal.
Después, en los años de juventud, cuando lo que pretendías era gustar a las chicas, aparecieron las canciones de Adamo, con la recordada ‘Cae la nieve', que operaba como alcahuete al arrullo que su voz rasgada producía. Pero de lo quiero tratar es que en el día que esto escribo (San Andrés) y onomástica de mi gran amigo Andrés Martínez Trapiello, me envió un correo de su cosecha que no tiene desperdicio, hablando de las importantes ferias de entonces: "Hoy no sería posible con la mular y caballar, porque ya casi no hay; aunque sí se podría hacer la ‘asnal'". Y es que Andrés, aunque se le ve serio, alberga conocimientos y sorna leonesa en cantidad.
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